#17 Luego intentarè publicar. Si se ponen quisquillosos aborto la idea, y no perdemos nada. Cuidense mucho. Abrazo enorme.
Como ya he explicado, en casa, “los tres restantes” habíamos adoptado la costumbre de no interferir en el contexto vital del otro si el cruce no era solicitado por el propietario del espacio. “Mamá Panchita” en su taller de repostería o en la cocina, “Papá Vicente” deambulando entre las habitaciones que había designado para atender a sus pacientes y nuestro hermoso patio-jardín que usaba a modo de sala de espera para quienes deseaban ser atendidos por él… y yo, voluntariamente enclaustrado en mi taller de escultura, atrapado por mis sueños y alucinaciones que se empeñaban tercamente en asomar al exterior. Tres lobos esteparios conviviendo bajo un mismo techo que se reunían sólo a la hora de alimentarse. Era en esos momentos en que, entre bocado y bocado, nos contábamos lo que teníamos necesidad de comunicar, luego cada cual volvía a su escueto mundo. De ninguna manera significa que hubiera carencia de afectos ¡Nooooo! Nos amábamos y mucho, sólo que aún no superábamos esa confusión que nos dejó la repentina pérdida de Carlos Miguel y al fin que cada uno decidió librar su lucha por separado contra lo que yo suelo llamar “sus propios demonios”. Quizás si los tres restantes hubiéramos juntado nuestra pena y dolor, estos hubieran sido más grandes y densos y por tanto más arduo de afrontar; entiendo que nuestro instinto de conservación nos dictó, al unísono, esa estrategia para cargar tan pesada cruz, cada quien en soledad y como mejor podía.Fue a los quince años que tuve contacto con la marihuana, droga que recién comenzaba a propagarse en Perú. Mi país pasaba por una etapa de oscurantismo impuesto por el gobierno militar del General Velasco Alvarado y nosotros, los jóvenes, éramos la generación a la que se le negó y/o tergiversó sistemáticamente cualquier información proveniente del exterior, especialmente si procedía de los EE.UU. Sin embargo, el consumo de la marihuana pasó esa barrera, aceptada exclusivamente por la juventud que, con la rebeldía innata de quien atraviesa por la espinosa fase de la adolescencia, buscaba en ella su propia identidad. Ahora lo veo como algo irracional pero que en aquel período se manifestaba como conveniente. En mi caso, era un portal que me volvía disímil al resto de la sociedad. Recuerdo que llevaba una tupida melena con largos rizos que me cubrían gran parte del pecho y la espalda y me vestía con ropas muy coloridas: pantalones con anchas rayas verticales y camisetas que, al desconocer el batik, ornamentaba con manchas al azar que conseguía aplicando lejía a la tela; adornaba mi cuello con coloreados collares y dijes diversos; “Un bicho raro” paseándose en un mundo convencional con gente que me señalaba sin entender mi excéntrico afán de ser diferente. Me agradaba la extrañeza y el desconcierto que provocaba en los que me observaban, pero si escuchaba un comentario en el que se me tildaba de “marica” por vestir de esa manera, sacaba a relucir mis dotes de buen peleador callejero. Al comienzo, la aparición de alienados como yo eran casos muy aislados mas en poco tiempo ya teníamos grupos de congregación y cada vez éramos más y más “extraterrestres” vistiendo ropas de colores estridentes y fumando marihuana.Estudié teoría musical y ejecución de guitarra en un instituto pues debía prepararme para postular al conservatorio, aunque para llegar a él tenía que tocar música clásica, algo que me desanimó; mi cabeza estaba atiborrada de ruidos que comulgaban más con la propuesta del bullente rock & roll. Fue por entonces que conocí a otro joven solitario que, en virtud de respetar su identidad, llamaré “Juanca”. Él no poseía estudios musicales, pero sí un oído prodigioso. Teníamos un amigo en común que me había hablado de él y sentí deseos de conocerlo. Fui a buscarlo, conversamos muy poco, fumamos varios “porros”- marihuana- y nos dimos a la tarea de improvisar; él tocaba las notas graves y yo, dando lo mejor de mí, inventaba sobre la marcha, riffs y punteos que él seguía como si hubiéramos tocado juntos toda una vida; ese día emprendimos lo que sería un gran romance musical que duraría poco más de treinta y cinco años. Jamás volví a tocar con otro bajista que no fuera Juanca.Aún tengo vívidas las imágenes de aquellas noches de fin de semana en que cada vez concurríamos más chicos de cabellos largos y niñas igual de rebeldes, a reunirnos en casa de Juanca, algunos recorriendo decenas de kilómetros para, en absoluta obscuridad, drogarnos, beber licor y componer interminables improvisaciones instrumentales que concebíamos con nuestras guitarras acústicas. Juanca era huérfano de padre y madre y eso nos permitía “fumar” para estimularnos y deleitarnos de nuestra música experimental, disfrutando hasta el hartazgo y en completa libertad o libertinaje, de nuestra compañía, permanente cofradía de “drogos” amantes de la música y la vida disipada. Unos a otros nos llamábamos con el mote de “loco”, título nobiliario que ostentábamos con orgullo pues ello dejaba ver que éramos diferentes al resto del mundo.https://omejiaarteycultura.art/2013/10/29/como-se-gesta-un-demente-novela-autobiografica/LOS GUARDIANES DEL LLANTOSomos "La Esperanza Desesperada”, no existe en nuestra memoria el estigma de la resignación. Alguien escribirá que anduvimos hacia un norte equivocado, pero nadie osará decir que pusimos brazo sobre brazo y nos confiamos a esperar la llegada de la Señora de la túnica, la que con su pestilente aliento se lleva amores, alegrías, nombres ilustres y recuerdos de buenos momentos ¡¡Nooooo!! Rasgaremos el vientre de la tierra y repartiremos dentelladas amenazadoras al viento… Mas cuando llegue el momento de volcarnos al foso, nuestra mirada estará quieta, serena y fija ante las cuencas vacías de esa enigmática y fúnebre presencia porque tanto tú, todo este puñado de locos y yo… ¡Somos "La Esperanza Desesperada"!
Había cumplido doce años cuando ocurrió lo que a continuación voy a narrar. Perdonen el desorden cronológico, pero es que mi interés está más focalizado en el orden psicológico y emotivo.Estudiaba en un gran colegio de educación secundaria, el más importante de esa época en mi comunidad, el G.U.E. “Carlos Wiesse” cuando un día cualquiera, a la hora del recreo, tuve una riña con un condiscípulo. Yo llevaba las de ganar por lo que mi contendor, cobardemente, me clavó el lapicero en la mejilla atravesando mis carnes hasta el extremo de tocar mi dentadura. Casi no sentí dolor, fue mayor la sorpresa; esa traidora acción me llenó de una ira desmedida que aún con el lapicero clavado en mi cara, arremetí contra mi atacante de una manera tan despiadada que terminé rompiéndole la camisa y destrozándole su maletín lo que me valió la expulsión del colegio. Mi padre, luego de darme una severa golpiza como se acostumbraba por aquellos tiempos, tuvo que llevarme a un colegio particular donde aceptaban a todos los expulsados e indeseables de los colegios de la zona.En aquel centro de educación yo era uno de los de menor edad y aunque mi hermano Carlos Miguel también estudiaba en el mismo colegio, pero en otra aula, pudiendo defenderme de cualquier agresión de mis camaradas de mayor edad, fui marcando mi territorio presencial a fuerza de golpes. Después de ello hubo lugar y tiempo para hacer buenos amigos y compañeros - ya nadie osaba atacarme-. Para entonces éramos como una familia o mejor dicho una manada, siendo yo uno de los Alfa; mis camaradas me apreciaban y respetaban porque pese a que era muy fuerte, nunca fui abusivo y protegía a mis amigos. Comencé siendo un líder juvenil, no era un jefe, los jefes se imponen por la fuerza, por el temor que infunden, por dinero o por otras atribuciones, pero un líder se determina por su esencia, por su carisma, porque infunde respeto… y yo tenía esas innatas cualidades.En el colegio, los alumnos de los cursos superiores, habían descubierto que inhalar bencina producía efectos alucinógenos en quienes la aspiraban, su consumo casi se había generalizado entre los estudiantes. Una mañana mi grupo decidió no entrar al colegio para experimentar con este hallazgo de los más grandes. Así fue que nos internamos entre un inmenso sembrío de maíz- la zona en que vivíamos era agrícola y también urbana-.Al llegar al centro del maizal tumbamos varios tallos de maíz y nos acostamos sobre ellos, empapamos unas telas con la bencina y comenzamos a aspirar. Lo primer que sentí fue enervamiento y el aumento de mi temperatura corporal. En ese preciso instante todos estábamos bajo tierra y el suelo era lo más parecido a una alfombra sobre nuestras cabezas. Levanté la supuesta alfombra con mi mano y me asomé para ver el exterior. Afuera había un gigantesco “tumi”, un cuchillo ceremonial pre-inca con el rostro de un Dios de nombre Ñam-Lap que ostenta un tocado en forma de media luna y unas argollas colgando de las orejas. El gigantesco “tumi” estaba clavado en la tierra mientras dos aves a motor jugueteaban volando y atravesando los aretes del “tumi”. Al momento de voltearme para decirles a mis camaradas lo que veía, me di cuenta que ninguno de ellos tenía rostro y sobre sus hombros llevaban unos anillos dentados muy parecidos a engranajes. Sentí pánico por lo que estaba observando, inmediatamente me toqué el rostro y comprendí que yo también tenía un engranaje en lugar de cabeza. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir estaba parado en un espacio tan reducido que apenas si cabían mis pies. De repente, el piso comenzó a moverse amenazando con hacerme perder el equilibrio y caer al vacío. Al momento descubrí que estaba parado en la punta de una varita de madera que era empuñada por una mujer y un hombre de rasgos indígenas vestidos a la usanza de la zona andina de Perú. Este par movía la varilla creándome un constante tambaleo mientras reían y entonaban un estribillo que decía “Utpen itjum, utpen itjum, utpen itjum, utpen itjum” Al momento de retornar al mundo llamado REALIDAD, un fuerte olor a DDT reinaba en el ambiente y pude ver que mis camaradas y yo estábamos completamente cubiertos por puntitos blancos. Durante nuestra alucinante experiencia unos aviones habían fumigado el maizal. Desperté a todos; nos sacudimos el DDT y salimos velozmente de la zona. No sé qué visiones habrán tenido ellos pero creo que ninguno volvió a ser el mismo que fue esa mañana al entrar al maizal.Si has llegado hasta aquí, quizás te interese el obsequio de un ejemplar PDF. de esta novela...https://omejiaarteycultura.art/2013/10/29/como-se-gesta-un-demente-novela-autobiografica/
Llegué a concluir una serie de once esculturas de estos personajes de yeso, alargados, solitarios, meditabundos y provistos de largos penes; a todos ellos los pinté en color caoba. Metí dos de mis modelos en unas cajas y con ellos fui a una galería casi desconocida de nombre “Equus”. Cuando llegue vi que había una exposición colectiva permanente y entre las obras que allí se exponían había unas cabezas de corcel en bronce cuya autora era Cristina Gálvez, una reconocida escultora peruana. Me topé con aquellas esculturas y todos mis bríos se derrumbaron, sentía que no debía siquiera mostrar mis trabajos. Había tomado la decisión de irme sin enseñar nada cuando fui abordado por un tipo de modales afeminados que luego de saludarme con mucha amabilidad me preguntó si era estudiante de arte. Yo le respondí que no era estudiante pero que hacía esculturas. Él siguió la conversación indagándome sobre el tipo de esculturas que creaba y luego de “pulirme” describiendo lo que hacía, opté por mostrarle tímidamente las que tenía dentro de mis cajas ¡Oh, sorpresa! El tipo afeminado era el dueño de la galería y me manifestó su agrado por mis esculturas. Me dijo: “Pero eres un crío ¿Cómo es que se te ocurre hacer todas estas cosas? ¿Quieres venderlas?” Temblando y balbuceando, le confesé que mi intención era demostrarles a mis padres que yo era un creador y que estaba seguro de haber nacido para cumplir ese rol. Aún estoy convencido de que lo que le impulsó a actuar como lo hizo fue mi estúpido rostro de niño asustado, creo que le inspiré una mezcla de lástima y simpatía paternal o quizás maternal pues, como dije, era afeminado. Me las cotizó en algo más de quinientos soles de esos tiempos y me pidió dejarlas en exposición. Cuando llegué a casa estaba lleno de una euforia que había arrastrado todo el camino de regreso mas al llegar la alegría era casi incontrolable. “Papá Vicente” estaba recostado en su perezosa, en un rincón de nuestro hermoso jardín. Cuando me vio, tal era mi expresión de extrema satisfacción que aun desconociendo la causa de mi optimismo, sin levantarse de su perezosa abrió los brazos haciéndome una muda invitación a fundirnos en un cariñoso abrazo. Casi entre sollozos le dije: -¿Sabes que esas tonterías que hago con los fierritos y el yeso me las cotizaron en más de quinientos soles y que ahora están en exposición en una galería de arte?Aquí tratare de dar mi interpretación metafísica personal respecto a las oportunidades que la vida nos puede brindar: Los planes de “El Gran Hacedor” siempre están allí, sobre nosotros, sobre todos, sin embargo sólo a quienes Dios dota de la antena indicada para captar la frecuencia de estas oportunidades, les está permitido el acceso a ellas. Para los demás, para los no escogidos para llevar a cabo estos roles, esas frecuencias son inaccesibles y aunque estén delante de sus narices no las percibirán jamás; sólo sucederá si “El Gran Hacedor” decide que eres el indicado para llevar acabo esos propósitos, será entonces que moverá de entre su inmensa legión de ángeles involuntarios, los que deban facilitarte lo que precises para llevar a cabo la misión que Él te ha encomendado.Sin embargo, aun cuando la escultura me permitía expresarme, no llegaba a colmarme. En mi mundo interior pululaban ruidos y sonidos que pugnaban por salir de mi fértil subconsciente y que la escultura no me permitía reproducir para dar a conocer a “los de afuera”. La alternativa sería la guitarra; si Hendrix la había hecho hablar y él era humano, entonces ello era posible, simplemente debía conectarme a su frecuencia.Me urgía aprender a tocar la guitarra para exteriorizar los murmullos de mi alma. Un día fui a visitar a un primo y lo primero que hallé al cruzar la entrada de su casa, fue una vieja guitarra con clavijas de madera que luego de afinar las cuerdas debían asegurarse presionándolas contra el cabezal que remataba el mástil. La guitarra era un desastre pero a mi me encantó porque tenía la forma de una guitarra eléctrica.- Primo ¿Y de quién es esto?- Pregunté.- Un primo que vino del norte la trajo y la dejó hace más de dos años. Aquí estorba, así que la botaremos a la basura.Yo estaba necesitando una guitarra para culminar la gestación de los ruidos que se embrionaron en mi subconsciente y en ese preciso instante tenía en mis manos la herramienta que me permitiría parirlos. Mi primo había sido el ángel involuntario (ya que él no se lo propuso) designado para facilitarme el instrumento a través del cual se conectaría mi alma con el mundo exterior por casi cuarenta años terrestres.O. Mejìa, Arte y Cultura
La incapacidad de sentir“amor de pareja”fue otra secuela que me dejóla temprana pérdida de mi hermano Carlos Miguel, pasé mi juventudimposibilitado de enamorarme. Mi vida transcurría reparando en mis amigosilusionados, pletóricos de sueños con ese sentimiento que ellos definían comosublime y que yo conceptuaba como una simple banalidad, una mezcla de deseosexual y egoísmo extremo; eso era el amor para mi. Hurgué mucho en el temadesde mi posición de simple espectador basándome en mi obsesivo análisis delcomportamiento humano. Solía repetirme a mi mismo: Si el amor es querer lomejor para el ser amado ¿Por qué muchas veces, un enamorado, aún a sabiendasde que él no es ni por asomo lo mejor para el ser que dice amar, persiste en lograrpara sí al objeto de su amor? Recalcando además “Si no es mía no será de nadie”.Muchos serán los que refuten esta convicción mía pero les diré que no es motivopara rasgarse las vestiduras. Mi convicción partía desde las elucubraciones de unjovencito indocto que profanaba terrenos de la filosofía, empujado sin más que elímpetu propio de mi adolescencia puesta en medio de la calle, en la efervescentedécada de los‘70. Lógicamente tuve muchas relaciones amatorias pero todas ellascarentes de ese sentimiento que la mayoría define como amor. Hubo simpatía,agradecimiento y atracción sexual… pero sólo eso.Como muchos jóvenes de mi época fui rápidamente absorbido por lacontracultura, el hipismo y el rock & roll, fui amamantado por todos esos contrastes.Como se decía en aquellos tiempos, “quemaba cerebro” buscando explicacionesextrañas a lo más simple y simpleza en las cosas más extrañas y la marihuana erauna excelente cómplice para divagar entre tantos novedosos estímulos.Tengo grabado en mi memoria un día que fui a una gran tienda de discos yrevisando entre las carátulas de los vinilos hallé una que tenía el rostro de unmoreno empuñando en sus manos una guitarra eléctrica; en la tapa, el nombre:Jimi Hendrix. Era el álbum“Bandadegitanos”. Esa colorida carátula me impactótanto que invadido por una desmedida curiosidad pedí el disco y fui a escucharlo auna de las cabinas de prueba. Cuando empezó a sonar la música, esta me cautivóy al escuchar los primeros acordes de la guitarra no me quedó duda de que estabaante un ser de otro planeta ¿Cómo podía ser que alguien terrenal pudiera arrancaresos sonidos a una guitarra? Me sentí transportado a lugares insólitos y claramentepude oír que la guitarra me hablaba, me narraba historias fantásticas valiéndosede un lenguaje desconocido pero que me resultaba fácil de entender. Al abandonarla cabina aún estaba en trance, me costaba ubicarme en la realidad, a duras penasatiné a pagar el monto y salí a la calle sintiéndome un iniciado que llevaba en lasmanos el estigma de ser“un diferente”.Mi alma y mi desordenada mente siempre estuvieron embarazadas de visionese historias fantásticas, surreales y retorcidas que con un lenguaje convencional mehubiera sido imposible narrar a los demás, a quienes siempre llamé“los de afuera”.Sin embargo tenía la imperiosa necesidad de contar lo que en mi interior sucedía.Por entonces había pasado la etapa de mi adiestramiento de copiar y plasmara través del dibujo en papel cuanta figura veía a mí alrededor, cada imagen quedibujaba iba tornándose cada vez más irreal y onírica. No entendía por qué perome agradaba la nueva estética plástica que mis manos parían; esa transición delo figurativo a lo surreal fue sistemática, invasiva y hasta subliminal si se quiere.No me di cuenta en qué momento fue que mi visión plástica se tornó surreal,sólo sé que había logrado un idioma con el cual expresarme y exteriorizar misubconsciente.Inicialmente,mi interés plástico estuvo centrado en la forma, desdeñando elcolor. Esto me llevó a incursionar en la escultura desde la técnica del modelado demanera autodidacta. Dibujaba bocetos, soldaba estructurasde metal y las recubríacon yeso cerámico, creando unos personajes extremadamente delgaduchos yalargados, provistos de larguísimos penes.Todos mis personajes tenían actitudes y poses pensativas pero cargadas de unaatmósfera de profunda desolación. Era lógico,en casa,“los tres restantes” éramoscomo lobos esteparios, vivíamos bajo el mismo techo pero jamás invadíamos elespacio del otro. Papá Vicente con sus pacientes, mamá Panchita con su reposteríay yo con mis demonios en mi taller, cada uno tragándose su soledad con suspropios dientes en una enorme casa de tres pisos con una dimensión de doscientoscincuenta metros cuadrados, con habitaciones a las que nunca ingresábamos niocupábamos jamás. Papá Vicente la diseñó así para que cuando Carlos Miguel yyo fuéramos adultos, tuviéramos unpiso que ocupar pero ahora tanto espacionos pesaba como una maldición.O. Mejìa, Arte y Cultura
Vino desde allí y va hacia allá… La sombra que proyecta sobre el piso jamás se borra, A su paso va dejando cicatrices en la mente de quien la mira........
conómicamente la familia había progresado muchísimo cuando hubieronocurrido estos hechos. Papá Vicente se había valido de sus conocimientosde para-médico y con el respaldo de un amigo médico se dedicaba a curarenfermos, poner inyecciones y atender los alumbramientos de cuanto niño veníaa la vida dentro de la comunidad. Por aquellos tiempos ningún médico se atrevíaa venir a vivir alazona por lo cual él era el ángel que salvaba vidas y brindabasalud a quienes se lo requerían.Papá Vicente trabajaba muy duro, era usual que casi no durmiera pues lademanda de sus pacientes era apabullante y por ello, con mis catorce años deedad, me vi obligado a aprender a suturar heridas, aplicar inyecciones y asistir enlos partos que mi padre atendía. Muchas personas que actualmente bordean loscuarenta años fueron niños que vinieron al mundo en mis manos.Lamentablemente, lo acontecido con mi hermano Carlos Miguel me sumió enuna profunda depresión que me llevó a recluirme en mi dormitorio por espaciode un año; abandoné los estudios por ese lapso, sólo salía de aquella habitaciónpara comer. Mientras comíamos, el silencio y la tristeza reinante eran tan densosy pesados que los tres que quedábamos, a secas atinábamos a mirarnos con losojos llorosos.La comida me sabía a nada, los sabores se habían esfumado entreel tiempo y las remembranzas inútiles e incapaces de reponer en la silla vacía lapresencia del cuarto miembro del clan. Luego de cada comida, los tres restantesvolvíamos a nuestra fantasmal soledad.Fue por aquel entonces que comencé a desarrollar la peculiar habilidad de mentirmea mi mismo y era tan convincente que hasta yo creía estar viviendo lo que en verdadsólo eran mis fantasías. Esas auto-mentiras me llevaron a tener manifestacionesun tanto esquizoides en las que recibía llamados y mensajes de fuerzas superiores.Empecé a llenar mi dormitorio con dibujos y simbologías extrañas que solía ver entre mialucinante realidad alternativa que como un demencial arquitecto, iba construyendoy edificando para guarecerme de ese inmenso dolor que me torturaba. Sentía que enaquel universo tenía el poder de levitar, cerraba los ojos y automáticamente podíaimpulsarme y dar trancos enormes que me inducían a flotar en el aire, mas cuandoel impulso decrecía, caía a tierra y una vez más esos saltos para retornar a mí estadoetéreo... Así pasaba el tiempo.Al cabo de larguísimos meses decidí abandonar mi auto enclaustramiento;tenía una larguísima cabellera y cada vezque me miraba al espejo advertía queirradiaba un halo de luz celeste. Mi propósito, de allí en más, era salir al mundoy sonreír, aparentar que en el mundo real, elmundo exterior,yo era feliz;si mispadres me veían feliz,se contagiarían.Quien atravesó el umbral de mi dormitorio aquella vez, fue un maníacodepresivo que ocultaría su depresión de manera magistral de modo tal que seríanmuy pocos los acuciosos que me dijeran“Siempre sonríes pero en tus ojos se notauna tristeza muy grande” Aun así, quienes pudieron notar que mi placidez erauna farsa, reconocieron que era alguien con mucha luz y que poseía el poder dealumbrar las vidas de muchos de los que me rodeaban.En aquella época descubrí la prematura habilidad para dibujar que adquirí en miinfancia y que esta podía ser empleada a modo de lenguaje para narrar todas lasvivencias que en mis mundos vislumbraba, esos que visualizaba cuando ingresabaa mi universo alternativo que mi subconsciente me brindaba como vía de escapede los demonios que pretendieron apoderarse de mi alma.Ya era un demente con una amplia sonrisa ficticia capaz de contagiar su luz.O. Mejìa, Arte y Cultura
#17 Luego intentarè publicar. Si se ponen quisquillosos aborto la idea, y no perdemos nada. Cuidense mucho. Abrazo enorme.
#3 Las tildes al revès son producto de mi teclado que vino configurado asì. Nada personal.
#6 Ah, ok. 👌
#1 Asì es amigo. Por ello, en el articulo recalco que la MENTIRA es la acciòn y el ENGAÑO es la intenciòn. Gracias por venir.
#2 Quizàs me excedì al sentenciar con ese remate, pero te juro que por mas que busquè y re-busquè no halle un eufemismo para lubricar lo expuesto. Por ello pido disculpas. Gracias por estàr amigo.
#1 Estoy de acuerdo contigo amigo -cada individuo tiene un nivel distinto de "simio ladrón, mentiroso, conspirador, hormonal, y auto destructivo"- El nivel es diferente, pero no es ausente, y estos cinco item puedes corroborarlos consultando con cualquier sociòlogo. Gracias por leer y comentar.
#3 Gracias a ti.
#8 Tampoco se como funciona lo del KARMA, y ya no me preocupa entenderlo. Como te repito amigo, mi tiempo ya està culminando. Agradezco tu buen trato en medio de todo esto. Un enorme abrazo.
#14 De nada. Gracias a ti por compartir tus obras. Espero que tu salud mejore dentro de lo posible. Un abrazo transatlántico.
#5 Gracias por la solicitud amigo. Creo que ya la aceptè, aunque no puedo asegurarlo, pues no se ni como funciona esto, y yo estoy casi ciego. Con respecto a los señores que me atacaron y me atacan, yo no tengo ningun problema, si ellos los tienen conmigo, allà ellos...
#4 Me pusieron mil PEROS para que no publique links a mi sitio, me insultaron, me ofendieron y me penalizaron, Regresè y no publiquè mas link, sòlo articulos personales que ni estan en mi blog...IGUAL, no aceptan. Por mi no hay problema. Estoy postrado, me estoy muriendo. Què necesidad tengo de exponerme a maltratos de quienes no conozco ni conocerè jamàs...?? Gracias por tu gentileza.
#12 Lamento tu mala situación de salud. Tienes razón. Si al final todo esto te supone una fuente de disgustos, es mejor evitarlo. Aunque como viste, en el último artículo ya no te atacaron.
#3 Gracias por tu visita. Cuando desees, eres bienvenido.
#2 Es lamentable amigo, pero, Ves que ya no podrè publicar los veinte y cuatro capìtulos restantes? Yo, el libro COMO SE GESTA UN DEMENTE lo obsequio, pero presumo que TAMPOCO puedo decirte por aquì, què hacer para obtenerlo, pues de seguro me ganarìa màs problemas...
#10 No te preocupes. Observaré tu obra a través de tu página web. Un abrazo.
#1 Amigo. Yo vengo y publico de buena fe, si eso incomoda, yo no puedo hacer nada. Mi intenciòn es dar lo mejor lo de mi arte...No lo quieren?? Para mi no es extraño, los seres humanos siempre solemos reaccionar asì. Muchas gracias por tu solidaridad. Un abrazo.
#9 De nada. Un abrazo.
Cuenta mamá Panchita que mucho antes de aprender a escribir yo ya dibujaba. Por muchos años, orgullosa de mi precocidad, atesoró el primer dibujo que realizara cuando apenas tenía algo más de cuatro años de edad.El diseño consistía en una feliz mamá coneja empujando un cochecito en el que llevaba a sus dos conejitos bebés que levemente mostraban sus caritas sonrientes. Mamá Panchita mostraba con jactancia aquel dibujito a cuanto visitante venía a casa. Pasaron algunos años y recuerdo muy claramente que solía enfundarme en un enorme saco de Papá Vicente, me ponía un gorrito de lana negra y dibujaba héroes de la historia del Perú y cuando alguien me sorprendía en ese trance yo respondía que era un pintor loco, emulando a algún personaje que debía haber visto en alguna revista de la época. En este momento vienen a mi mente evocaciones de cómo pasaba las horas en soledad, jugando con unos soldaditos de plástico con los que inventaba historias de guerra y romance; como no tenía muñequitos de mujeres utilizaba pomitos de inyecciones a los que le aplicaba trozos de algodón que simulaban cabelleras y que sujetaba a las tapitas de las botellas con alfileres. Era capaz de idear numerosas historias en una, como si fuera un cineasta; debo reconocer que mi imaginación era desbordante. Por esos mismos años descubrí que poseía una habilidad innata para dominar la pelota de fútbol, pero como era un tanto temeroso e insociable con los niños de mi edad, no jugaba fútbol, sólo me limitaba a dominar la pelota, cada vez con más virtuosismo. Mientras tanto mi hermanito mayor, Carlos Miguel de apenas quince años, jugaba al fútbol de manera competitiva. Ambos estábamos físicamente muy bien dotados para practicar cualquier deporte. Siendo este juego muy hostil cuando lo practicas en las calles, fue forjando a Carlos Miguel como un excelente y rudo zaguero capaz de agarrarse a las trompadas con quien osara enfrentársele, logrando hacerse un tipo temido, carácter que fue llevando poco a poco al ámbito fuera del campo de juego, convirtiéndose en un peleador compulsivo que muchas veces se agarraba a las trompadas con matones conocidos y “respetados en el mundillo del hampa juvenil”. Muchos de estos líos los asumía en defensa de sus amigos más débiles, algo que lo volvía muy carismático entre sus compañeros. Yo sabía que usaba pastillas y jarabes que contenían barbitúricos y alcaloides para drogarse; cuando llegamos a los estudios secundarios, también yo me vi inmerso en esa vorágine de peleas y drogas. Al cumplir quince años, Carlos Miguel se enamoró de una bella jovencita y aunque creo que se amaban, siempre reñían. Ciert o día, mamá Panchita, papá Vicente y yo, en compañía de varios tíos y16 primos, viajamos por unos días al pueblo natal de mi madre dejando a Carlos Miguel solo, en casa. En el camino fui invadido por una terrible angustia, sensación que jamás había experimentado y que no me abandonó hasta la noche cuando nos comunicaron que mi hermano había fallecido; la familia se apresuró a regresar. Al llegar a Lima supimos que Carlos Miguel se había suicidado con una sobredosis de barbitúricos motivado por alguna desavenencia con la bella niña, su enamorada. Dos de sus amigos estaban presos pues estaban drogándose junto a él cuando ocurrió el deceso. Supimos que había sido un suicidio ya que dejó una carta a su enamorada diciéndole que la amaba y dando a saber que lo había intentado con anterioridad, pero había fallado. Nunca pude reponerme de la pena de haber perdido a mi único hermanito, sumado al sentimiento de culpa por no haber tenido la suficiente inteligencia y proyección para intuir la crisis por la que mi adorado hermano debió estar pasando. De allí en adelante no hubo sonrisas en casa por mucho tiempo…O. Mejìa, Arte y Cultura
No sé dónde estoy, no sé si esto es sueño o realidad, no sé cómo llegué aquí, ni siquiera sé exactamente quién soy pero se me han encomendado los roles de testigo y protagonista de lo que en estos extraños parajes ha sucedido y tengo la imperiosa misión de contarlo a quienes habitan el mundo de afuera, el que ellos dicen que es real más sólo soy un portador del mensaje… Quien me utiliza de mensajero es el que ha embarazado mi mente con estas visiones que debo narrar detalladamente para dejar testimonio de lo que me tocó vivir.Empezaré por la apertura de mis recuerdos si bien tampoco estoy seguro de que sean recuerdos, quizás sólo sean unas de esas fantasías mitomaníacas como tantas otras con las que he ido edificando el soporte psicológico que fue el sustento para afrontar y asumir mis miedos, angustias, soledad deseada y conquistada, así como mi condición de maníaco-depresivo y carencias que vinieron adheridas ami existencia.Lo primero que viene a mi mente es un largo pasadizo de color gris, coronadoal fondo por una puerta de madera marrón rojiza. Entre las habitaciones que flanquean el pasadizo hay una que está medianamente inundada, un charquito en el cual flota una especie de canoa cuyo casco está construido con hule de colores amarillo, rojo y verde. Luego el viaje con papá Vicente, mamá Panchita y Carlitos, mi hermano mayor, en un autito azul marca Willis por un camino largo con un constante e inacabable muro de gigantescos adobes que cubiertos de pintas, vaya Dios a saber desde qué tiempos, nos acompaña incesantemente. Me parece que en aquellos tiempos yo era muy feliz, tenía poco menos de dos años, según cuenta mamá Panchita.Así llegamos a Comas, a un terreno con una casucha de esteras. Atrás, en lo que sería nuestro patio, puesto que estábamos ubicados en la ladera de un cerro, había una enorme roca de aproximadamente unos ocho metros cuadrados por cuatro metros de alto. Ya éramos casi como los colonos, habitantes de un lugar que se hallaba a tres horas de la Lima “civilizada”.Papá Vicente salía todas las mañanas en su autito Willis a cumplir con su trabajo de cobrador de una empresa de productos alimenticios envasados. De regreso a casa, luego de su faena laboral, se detenía a recoger por el camino cualquier neumático viejo que hallara tirado; al llegar, ya de noche, prendía fuego a los neumáticos que previamente había apilado a un costado de la enorme roca que se erguía en nuestro patio. Los neumáticos ardían en una gran fogata que dada su cercanía, ponía la roca al rojo vivo. Era el momento en que papá Vicente aprovechaba para arrojar agua al fragmento de la piedra incandescente, esta crujía y explotaba en trozos, pedruscos que eran transportados en una carretilla hacia las casas de los vecinos que necesitaban material para rellenar y emparejar sus terrenos; esta operación se repetía noche tras noche. Era común escuchar a papá Vicente gritar:-¡Viejaaaaa! Aleja a los chicos que voy a echar agua. Yo disfruté mucho esta etapa, sí, creo que era un niño feliz. A mis tíos les llamaba mucho la atención verme silbar con gran entusiasmo.Desparramaba alegría, como si intuyera que debía deleitarme intensamente por aquellos días, como si algo me avisara que eran tiempos de vivir en pleno estado de despreocupación pues posteriormente esa etapa me sería rotundamente negada.O. Mejìa, Arte y Cultura.
Los seres humanos llenos de la soberbia con que nos han alimentado las religiones acerca de que somos la especie dominante pues fuimos creados a imagen y semejanza de dios, andamos por este mundo henchidos de altanería y ufanándonos de ser la personificación de la evolución superlativa…Y no es así.Hemos dado pasos agigantados en nuestro avance tecnológico, pero nuestra esencia vital no ha variado un ápice. Seguimos siendo el mismo simio ladrón, mentiroso, conspirador, hormonal, y auto destructivo.Se que a muchos les van a incomodar estas descripciones, pero esa incomodidad sòlo tiene asidero en nuestro reflejo por no aceptar en nosotros mismos lo que en los demás vemos como condenable.¿Quién no ha robado algunas monedas, algún objeto, alguna idea, o lo que fuera que obviamente no nos pertenecía?¿Quién sobre este mundo no ha mentido alguna vez?¿Quién no ha conspirado contra alguien?¿Quién alguna vez no ha actuado irracionalmente guiado únicamente por sus hormonas?¿Quién no se ha refugiado en la auto destrucción en búsqueda de algo de placer momentáneo o queriendo sosegar alguna carencia?Pero nos cuesta reconocernos… Y es que socialmente tampoco resultaría meritorio ni bien visto, reconocer que tenemos latentes estas debilidades. Entonces nos vemos forzados a querer ocultar lo que en realidad somos.Es así como el humano agrega a su ya retorcida esencia un ingrediente muy propio y exclusivo en nuestra especie…¡¡La hipocresía!! Y con ello intentamos disfrazar y disimular nuestra bestialidad.Lógicamente, a quienes se rasguen las vestiduras y más le cueste aceptar ser portadores de estas características, serán exactamente los que las manifiestan de manera más recurrente.Permítanme estampar aquí un adagio muy realista y siempre vigente: “Cualquier ser humano que no esté purgando condena social, es simplemente porque a nadie se le ha ocurrido investigar plenamente sus actos”.Entonces, aunque nos cueste asumirnos y aceptar nuestra condición de animales sin evolución esencial, seguimos siéndolo, pero como de manera inconsciente, poco consciente, o consciente, nos avergonzamos de ello, nos hemos convertido en la especie psicológicamente retorcida por excelencia:En mayor o menor medida somos mezquinos, desconfiados, egoístas e individualistas. Por ello nuestro afán de acumular bienes materiales que muchas veces sabemos que jamás llegaremos a consumir. Por ello muchas veces se nos hacen insoportables los logros de nuestros semejantes. Por ello nuestro paso por este mundo está plagado de insatisfacción, y la plenitud nos resulta esquiva y ajena.Por estas razones puedo asegurar, que si en este momento te sientes embargado por la idea de que mis conceptos son erróneos y no se ajustan a tu perfil, tienes muy serios problemas de conducta, aun cuando los tengas muy ocultos y muy bien disimulados.O. Mejìa, Arte y Cultura
La mentira. condenada y repudiada por las morales sociales, satanizada por las religiones como pecado.¿Es tanto así?Tanto religión como sociedad ¿no pronuncian y enuncian esto desde falsas morales? Si mentir se define como transmitir algo que no se ajusta a la verdad. ¿Las mismas religiones, no mienten en mucho de su esencia misma? Todas las religiones del mundo, sin excepción, han ido variando, mutando preceptos, y ajustando sus conceptos, para reinventarse y adecuarse a los tiempos.si se varia algo que en un momento se expuso como verdad ¿Eso no es mentir?Con respecto a la moral social. ¿Qué ser humano, rico, pobre, culto, analfabeto, mudo, hablante, imbécil o genio-pensante, no ha recurrido a la mentira para lograr propósitos diversos?Todo ser humano, ante determinadas circunstancias…miente.Adentrandono s al contexto, también veremos que las mentiras pueden darse bajo una infinita gama de situaciones y características…y allí se concentran gran parte de los cuestionamientos.¿Hay mentiras condenables, y hay mentiras no condenables?¿Hay mentiras que son pecado y mentiras que no lo son…?¿Quién posee la autoridad y objetividad necesaria para definir esto? …Estoy convencido que, nadie.Entonces. Como elucubrar es gratis y además sirve de ejercicio para mantener nuestra mente alerta. vamos al tema:Podríamos decir que la mentira es la acción y el engaño seria la intención. De ser así, entonces es la finalidad del engaño la que debería ser sensible a ser satanizada como delito o pecado, y no así la mentira como acción.Permítanme plantearles algunas situaciones en las cuales la mentira puede resultar positivamente constructiva.Si un niño, al oír que llaman a la puerta de su casa, abre y se encuentra con unos tipos armados, que preguntan por su padre, y que él sabe que está dentro, pero da como respuesta, que su padre acaba de irse calle abajo… ¿Sería justo que la moral religiosa o social lo condene y repudie? ¿Con su mentira, no habría construido una esperanza de vida para su padre?Otra situación:Sí un tipo, a sabiendas que los enfermos terminales poco antes de morir se levantan de su postración y sienten mejoría repentina, va al hospital a visitar a un amigo internado por cáncer terminal, y lo encuentra sentado, y de un ánimo estupendo. Y le dice. -Que alegría verte mejor, tu voluntad ha empezado a vencer tu enfermedad, a este ritmo, volverás pronto a casa y nuevamente podremos ir juntos a pescar-.El tipo mintió. Èl sabía que su amigo moriría pronto; pero con su mentira le construyo una sonrisa y una esperanza…aunque ficticia, pero esperanza al fin y al cabo.Debido a una extraña enfermedad degenerativa, de origen genético, yo ya no puedo caminar, y apenas si puedo mantenerme de pie. Progresivamente voy perdiendo la facultad de movimiento en mis brazos y piernas. Pero soy un artista con una desbordada imaginación; sumergiéndome en ella me digo a mí mismo. -Afuera todos caminan y corren con independencia. Pero yo aquí en mi burbuja, valiéndome de mi arte y mi fantasía, tengo el poder de dibujarme un par de alas y puedo volar…¿Para que me preocupo en caminar o correr…?Todo esto le parecerá a muchos disparatado y delirante. Pero vivir la vida, constantemente requiere de trucos… y este truco, en lo personal, me resulta funcional.Sólo es cuestión de ser un excelente mentiroso, y claro, también debo esforzarme por participar activamente al momento de creerme esta auto mentira…sino no funcionaría con éxito.¿Todo es falso? ¡Si! Pero con ello conseguí fabricarme una realidad alternativa confortable, y puedo sonreír con mucho más entusiasmo que muchos que poseen la independencia de caminar y correr.¿…Que les estoy mintiendo? …Es posiblePero quizás, la próxima vez que debamos referirnos a la mentira como delito o como pecado, podamos ser más amplios en nuestros conceptos.Esta es otra de mis invitaciones al análisis y a la duda.O. Mejìa, Arte y Cultura
Amigos. Por favor. No respondan a los comentarios negativos.
Gracias por tu solidaridad hermano, pero por favor ya no respondan. Un abrazo, y que sea el público quien decida que desea mirar y leer.
#1 Gracias por leer y comentar. Disculpa si hallas deficiencias gramaticales, pero es que mi galopante ceguera y mis multiples discapacidades son un problema para transcribir el libro. Un abrazo.