Desde hace años hay un cierto debate en el seno de la comunidad científica, uno muy significativo entre los muchos que tienen lugar.
Y es especialmente interesante porque concierne a nuestra noción de la vida, de donde empieza y termina ésta para convertirse en mera materia inerte.
Al menos así es como se interpreta hoy en día, bajo el paradigma actual. Decía un antiguo anuncio de televisión, de insecticida, que las cucarachas nacen, crecen se reproducen y mueren. El patrón se puede hacer extensivo a cualquier ser vivo conocido, incluso a los virus.
Pero el caso de los virus presenta algunas peculiaridades que son la razón de ese debate aún no cerrado con un consenso. A pesar de cumplir el criterio de la secuencia mencionada, los virus ni están vivos de por sí ni pueden completar ese ciclo por sí mismos. Eso ha obligado a plantear algunas teorías sobre su origen en términos evolutivos, que bajo el paradigma actual es la teoría a la que se exige explicar toda la biodiversidad que conocemos. Incluidos los virus, queramos entender que son seres vivos o no.
Y es que la duda es razonable, un virus, por sí solo, ni constituye ni puede constituir una forma de vida. Para completar su ciclo requiere necesariamente parasitar un célula, valerse de sus sistemas y hacerse con su control. De ahí que el término haya sido usado también en informática. Son por cierto, bastante más pequeños que una célula, que tradicionalmente se interpreta como la unidad mínima de vida. Siguiendo con el símil de la programación, la célula sería un sistema operativo.
La dependencia de otras células para que los virus puedan existir, apunta a que han de ser necesariamente posteriores a éstas. Lo contrario no tendría el menor sentido. Se barajan teorías como que los virus pudieran ser fragmentos de esas células. La teoría es bastante absurda pero a eso nos aboca la premisa de explicarlo todo bajo el marco de la evolución. ¿Y si descartamos, por un momento, tal premisa?
Entonces los virus se verían claramente como lo que son, un objeto inerte diseñado para atacar a las formas de vida, erradicarlas y permanecer latentes, muertos, hasta hallar más vida que erradicar. Un insecticida, en cierto modo. Y no creo que nadie pueda pensar que un virus informático, siguiendo con la analogía, se programa solo o por azar. No es demasiado sensato.
Tal noción no está exenta, sin embargo, de cierta paradoja, ya que apunta a que los virus podrían estar, en cierto modo y de forma local, antes que las propias células vivas. Me explicaré, y para ello tendremos que reflexionar sobre lo que es la vida y como la entendemos hoy y aquí.
Huelga decir que somos seres vivos. O quizás no tanto, pero podemos partir de ese afianzado consenso. Somos animales, seres vivos, eso parece estar claro para todos al margen de la discusión sobre el origen evolutivo que en realidad no es tal en el ámbito académico. Luego, humildemente entendemos que la vida es lo mejor que le ha pasado al universo. Su finalidad última, aventuramos, aunque apenas conozcamos un rincón del infinito. Esa es la forma de pensar que corresponde a nuestro contexto histórico-cultural presente, de forma completamente transversal.
Si la existencia fuera explicada por una película de Hollywood, las células serían las buenas y los virus los villanos que, tras una detallada narración de su malévolo plan para conquistar el universo, caerían en el último segundo de una cuenta atrás bajo los intrépidos glóbulos blancos en un leve descuido que les costaría la victoria final y su propia vida.
A nadie en Hollywood se le podría pasar jamás por la cabeza la simple idea de que el gran colectivo de seres vivos del que formamos parte no fueran los buenos en esta película. Pero yo estoy bastante lejos de California, apenas entiendo algo de inglés e incluso me dan alergia las nueces.
A su favor he de decir que apenas la filosofía se ha adentrado en este tipo de enfoques y además, por lo general y como es natural por su propia constitución con un desarrollo bastante breve.
Se suele utilizar en algunos contextos el término virus como sinónimo de plaga. Algo que se extiende de forma descontrolada o masiva. Así hay videos que se hacen virales, dando a entender una gran difusión. Expresión con la que han crecido los más jóvenes pero a los que ya cargamos algunos años más a cuestas puede parecernos bastante estúpida. Decía aquel anuncio de matacucarachas que éstas nacen, crecen, se reproducen y mueren. En cambio ninguna plaga de virus podría llegar de forma activa más lejos que las células que requieren para multiplicarse. ¿Quién es entonces la auténtica plaga?
Los virus por sí solos, como hemos visto, se pueden considerar inertes a todos los efectos. No son vida propiamente dicha aunque interactúen de forma definitiva con ésta. Se parecen más a minas antipersona que a personas. Es una estrategia curiosa para un parásito la de matar a su hospedador, con poco futuro para la propagación de la especie, se diría. Y así es como entendemos hoy la vida y su finalidad última, o más bien un requisito sine qua non, la plaga por antonomasia y además por derecho, queremos pensar nosotros. Nacer, crecer, reproducirse... y lo de morir porque no podemos evitarlo, sí, exactamente como las cucarachas. Los virus están hechos de otra pasta. ¿pero como es eso posible, de dónde han salido?
Bien, desde nuestro contexto presente es posible que a nadie se la haya siquiera ocurrido aunque más bien diría que es una idea que no ha terminado de calar, a saber por qué no termina de gustar, no se ha acabado de hacer... viral. Pero tal vez otras sociedades en otros mundos hubieran alcanzado otras cotas de comprensión de lo que fueron y de lo que les rodeaba, de lo que somos, de lo que la vida es.
Y si aceptamos esa posibilidad podríamos también aceptar que hayan llegado a conclusiones diametralmente opuestas a las alcanzadas por nosotros mismos hasta hoy en día. Por lo tanto, una civilización pretérita de cualquiera de las infinitas estrellas, mucho más evolucionada que nuestro estadio actual, podría haber llegado a asimilar que la vida en sí es un fenómeno vil, nocivo y cruento. Además de carente de todo sentido. Incluso nuestros filósofos saben que el problema es la existencia y la no existencia la solución. Aunque alguien convencido de tal hecho es más lógico que solucione su problema en términos individuales antes que tratar de convencer a ningún colectivo que como todos sabemos son tan estúpidos como el más estúpido de sus integrantes.
Sí, señoras y señores. Caballeros de la CIA, el MOSSAD y el FSB. Los virus son un arma. Pero eso ustedes ya lo saben, en cierto modo. Aún así es probable que no interpreten la evidencia correctamente. Porque si realmente esta concepción de la vida que expongo (y que sea correcta o no aquí tiene un papel trivial) lograra abrirse paso hacia las conciencias de una sociedad, una cultura determinada de forma masiva, viral, se diría, tal vez esa civilización no se contentara con borrarse del mapa como un filósofo desquiciado que aplica sus inapelables conclusiones a su propia vida.
Si realmente el convencimiento fuera profundo y su voluntad determinada, no bastaría con un suicidio colectivo como especie. Su misión en la vida sería entonces interrumpir el ciclo de la vida que sólo trae dolor absurdo y sufrimiento sin sentido. Y a tal empresa dedicarían desinteresada y generosamente sus últimos días. El resultado sería la minúscula pieza de ¿bio?ingeniería que son los virus. O quien sabe, quizás ésta sea solamente otra hipótesis carente de fundamento, no obstante responde en cierto modo la sencilla pregunta que Fermi legó al mundo. Si es que su premisa era correcta.
Aún así me resulta más plausible que la hipótesis postulada del fragmento celular. Tal vez no hallemos vida en otros planetas. Pero ¿y virus?