Algunos dicen que el tres en raya no es ni siquiera un juego. La afirmación proviene de que, en el caso en que los dos jugadores hagan sus movimientos “correctamente”, en el sentido de la estrategia habitual (y aquí es difícil no acordarse de la teoría de juegos de Nash y su equilibrio), jamás se produce un ganador y por lo tanto la partida no tendría fin.
No parece ser la mencionada situación algo deseable para un juego. Antes de eso, lo que se penaliza es el error. Así, es un juego que más que ganarse, se pierde. Un juego en el que se puede en realidad perder pero no ganar tampoco parece muy deseable.
El objetivo de ambos jugadores es alinear tres fichas consecutivas en una pequeña cuadrícula de tres por tres, ¿antes que el otro?. Por lo tanto se hace imprescindible no sólo buscar la alineación propia si no impedir la del rival.
Y es curioso, porque, si uno mira la cuadrícula, hay un espacio más que suficiente para que ambos jugadores puedan completar su objetivo principal e incluso dejando espacio para que lo complete también un posible tercer jugador, hay varias combinaciones:
X X X
___
O O O
O incluso se puede apurar un poco más si no hay tercer jugador:
X X X
X _O
O O O
Y un poco más, aunque el mapa de caracteres tal vez no ayude a expresarlo con precisión:
X X X
X ⓍO
O O O
Esto, que puede parecer una soplapollez, y puede que lo sea, lo que intenta transmitir es que, ante determinados “juegos” sin solución, tal vez se impone cambiar las reglas. Cabe preguntarse si las reglas las impone el propio juego o los jugadores. Se puede también objetar que en el último ejemplo se hace “trampas”, que no es posible. Y sin embargo ahí está.
Otra objeción natural es que, con las soluciones propuestas, no hay en realidad juego. Pero de hecho ésa era la premisa de la que partíamos. La diferencia ahora es que ambos jugadores han cumplido con su objetivo principal, en algunos casos holgadamente.
Cabe preguntarse, además, si las reglas son justas. No hay duda de que quien hace juego primero dispone de una cierta ventaja, pero que en realidad no es en absoluto definitoria. Luego, ante un problema sin solución, la solución es cambiar las reglas del juego. Y por favor, no me llaméis a mí tramposo, tramposo sería en todo caso el que hizo así las reglas, pero ni siquiera en ellas se obliga al jugador a una determinada estrategia. De este modo, todos ganan. Salvo que quieran entender la victoria como la derrota del rival. Y en realidad son cosas muy distintas, seguramente incluso opuestas.
¿Más moraleja? Pues que si insistimos en desbaratar los objetivos del presunto rival antes que en la consecución de los propios lo único que conseguimos es malgastar valiosos recursos, además de nuestra energía. Y es que la vida no se juega por turnos y todos mueven a la vez. Tal vez haya llegado el momento de cambiar de estrategia. O eso o podemos seguir perdiendo hasta el infinito.
Y dicho esto os dejo la portada de mi próxima maqueta que publicaré... ¿pronto? y que ha motivado la reflexión expuesta. Estas mierdas de sacar la portada antes es lo que se supone que se hace, ¿no?