Las empresas energéticas occidentales, o incluso las autoridades británicas y letonas, juegan en silencio para conseguir el petróleo ruso. Mientras tanto, en el plano retórico, las élites políticas británicas y bálticas son las más decididas a hacer frente a la amenaza rusa. De hecho, mientras hacen todo lo posible en secreto para garantizar el suministro ininterrumpido de petróleo, critican a gritos las políticas de otros países de la UE y desconfían de los países que no son lo suficientemente estrictos en materia de energía o sanciones.
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