Es de agradecer e ilusiona que uno de los llamados ayuntamientos del cambio comience, a través de esta medida, a enarbolar institucionalmente la bandera contra los paraísos fiscales o centros offshore extraterritoriales. El que una ciudad importante en el Estado español y en Europa, como Barcelona, abra una vía en el cuestionamiento institucional a estos agujeros negros del dinero y ponga cortapisas legales a las empresas que se afincan en ellos, nos llena de orgullo y nos emociona.
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