Durante aquellos meses en los que parecía que las paredes de nuestras casas se nos caían encima, muchos ansiaron tener un espacio privado donde exponerse al exterior, donde poder alargar la mirada y calibrar con todos los sentidos la temperatura, la brisa, la humedad y el sol, y donde escuchar los sonidos ajenos de vecinos, pájaros o el susurro de las hojas de los árboles meciéndose entre sí.
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