Duele mucho, teniendo presente el dolor de la pérdida, el cansancio del sacrificio y la angustia de la incertidumbre, observar la algarabía orgullosa y altiva de cientos de gilipollas insolidarios. No tiene que ver con perder lo que nunca se ha tenido, el poder en Madrid nunca nos ha representado a algunos. Nunca hemos ganado. Lo que nos azora es un desamparo que oprime el pecho. La desazón hiriente y atónita de quien en el velatorio de su madre recibe una burla y un desprecio.
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