El imperio de la indignación se ha implantado. El miedo se respira en cada rincón de la sociedad. Porque tememos más a un linchamiento digital que nos perseguirá de por vida, que a una orden judicial que pueda evaporarse con dinero. Ahora la censura no es vertical, proviene de abajo, del pueblo, no necesita un engranaje de poder. El oprimido, el pajillero de la indignación, adora tergiversar y destruir la libertad del que piensa de forma diferente. No hay más libertad que la suya.
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