Desde la profunda resignación, amasada a partir de la decepción inicial que me produjo en su día, la epifanía de descubrir que en este país no existe apenas diferencia entre fútbol y política, miro como la gente repite sin pensar, como en modo automático, las consignas que se arrojan desde medios de comunicación grandes y pequeños, sin apenas dedicar unos instantes para meditar las palabras que salen de los dóciles labios amaestrados.
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