Cada verano ocurre algo en la SGAE. Cuando se destapó en julio de 2011 una trama de apropiación indebida, falsificación de documentos y desvío de fondos liderada por Eduardo Bautista, que había ocupado la presidencia del organismo durante 16 años; las apretadas elecciones de una entidad que en 2012 intentaba lavar su imagen; la expulsión de Antón Reixa el pasado verano y ahora el rechazo de las cuentas y la convocatoria de elecciones anticipadas para 2015 –las segundas en menos de tres años-. Es subir la temperatura y con ella los tropiezos.
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