La mayoría de las vacunas y tratamientos que se están diseñando frente al SARS-CoV-2 se centran en la proteína de la espícula o proteína S, una especie de «gancho» en la superficie del virus que reconoce una molécula en las células a las que va a atacar (el receptor ACE2), para poder penetrar e infectarlas. Por eso, si se bloquea a la proteína S, por ejemplo, con un anticuerpo, se puede impedir la entrada del virus.
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