No se imaginaban los movimientos antiglobalización que empezaron a manifestarse hace casi 20 años escuchando Manu Chao, leyendo a Naomi Klein y gritando aquello de “¡Otro mundo es posible!”, que en 2017 la antiglobalización estaría ocupando (sin k) el Despacho Oval de la Casa Blanca, Downing Street y quién sabe si no acabará también entrando en el Elíseo.
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