Es una regla casi universal: en vivienda no hay que gastar más del 30% de los ingresos. Una simple búsqueda en Google indica que hay millones de webs explicándonos esa norma. Desde bancos hasta inmobiliarias. Y es lógico, hay que poner un límite a lo que se puede uno gastar en vivienda. Sin embargo la cifra del 30%, que parece muy científica, en realidad es bastante arbitraria. Y su origen no tiene nada que ver con un estudio sobre las finanzas personales, que es de donde debería salir esto, sino que tiene sus orígenes en la Gran Depresión.
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