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Su madre no deseaba tener un cuarto hijo, de manera que se subió a una banqueta y saltó panza abajo para estrellar al retoño contra el suelo y sacarlo de sí. La treta no le funcionó y en 1934 nacía Enric Pons, demostrando que era testarudo incluso antes de haber visto la luz del mundo. La tenacidad con la que se tuvo que agarrar a las entrañas de su madre se ha mantenido intacta. Hoy la emplea para seguir viviendo en la casa donde la familia lleva de alquiler desde 1942, y sólo queda él.
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