Aunque pueda resultarle asombroso a cualquiera que se haya quedado atrapado en un atasco mientras una turba de babeantes, vociferantes y enloquecidos aprieta el claxon (¡Baaaaammm! ¡Baaaaaaammmmmm!) creyendo que va a deshacer mágicamente la cola como fuego sobre mantequilla, la inmensa mayoría de los economistas asumían hasta hace pocos años que los seres humanos son puramente racionales del mismo modo que muchos políticos los consideran esencialmente idiotas.
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