La tarde de ayer fue una tarde de gozo. Fue una tarde de gozo para los amantes de la Justicia y de la verdad, para todos aquellos que hervían de indignación al ver como el órgano supremo de la jurisdicción española construía un relato para hacer encajar en un tipo delictivo a personas cuya actuación no lo constitutía. Nadie que conozca los pilares sobre los que se asienta nuestra civilización y nuestra democracia podía descansar bien pensando en cómo la razón de Estado atropellaba a la razón a secas.
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