La deriva en la charla fue sencilla. Salíamos de una agradable, intensa, sugerente, reunión sobre proyectos de innovación educativa; en la conversación todo terminaba en el mismo punto: “tiene que haber un título oficial, la gente compra el título, no la formación...” Lo certificaba, datos en mano, el “experto en vender” y lo asumíamos, resignados, los “expertos en enseñar”: ¡es lo que hay!
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