El nombramiento de la cúpula del Banco de España ha seguido tradicionalmente un pacto no escrito entre el PP y el PSOE. El partido que ocupase la Presidencia designaba al gobernador y el otro se quedaba con el subgobernador. El resultado era siempre el mismo: un Banco de España politizado con intereses partidistas en su función de supervisor. Y la consecuencia ha sido una cadena de errores que acabaron con todo el prestigio de la entidad.
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