Aquella mañana, en torno a las diez, el corpulento cliente –un culturista de 120 kilos y una «altura más que considerable»– acudió por tercera vez a la citada tienda para efectuar una reclamación a cuenta de una solicitud de baja en uno de sus servicios. La discusión con la operaria de la compañía fue poco a poco subiendo de tono hasta que esta decidió llamar a la policía. «Pues llama, llama, aquí estoy a la puerta, esperando, venid rápido»...
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