Gracias a todas estas maniobras que se produjeron entre 2014 y 2018, Irán ha logrado hacer realidad el Gran Creciente chií, que es mucho más que un puente terrestre que conecta Persia con el Mar Mediterráneo, conceptualmente, se trata de una suerte de estepa infinita en la que esconderse, maniobrar y atacar, transformando esa inmensa superficie en una fuente de poder.
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