Allá por el 85, cuando el primer gobierno del PSOE aprobó la Ley que regulaba los órganos de las Cajas de Ahorro, a mi padre le ofrecieron ser consejero de Cajamadrid. Hoy eso ya suena a señor con puro, sillón de cuero, coche oficial y chanchullos en el Club de Campo, pero en realidad era algo perfectamente legal, ético y democrático.
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