En política, cuando un hecho no tiene un origen claro, hay que mirar a quien beneficia. El golpe de estado de anoche sólo beneficia a un actor: Recep Tayyip Erdogan. Consigue, de un plumazo, salir reforzado ante el parlamento dónde no puede sacar adelante su reforma constitucional, por un puñado de diputados/as, hacia un régimen presidencialista.
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