Una vez al mes, un millar de jóvenes israelíes recorre las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, en la zona habitada por palestinos, para proferir gritos de odio y amenazas contra todos los árabes. La policía protege la marcha de inequívoco tono racista, mientras los palestinos están obligados a permanecer en sus casas y tener cerradas las tiendas.
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