Si conciliar la vida laboral y el cuidado de los hijos requiere hacer malabarismos, más difícil aún es atender a personas mayores que, debido a su enfermedad, necesitan ayuda para todo. Es la última e invisibilizada frontera de los cuidados, que sigue recayendo de manera informal en las familias y, sobre todo, en las mujeres. Son ellas las que, en muchos casos, tienen que renunciar a sus trabajos y su vida personal para ayudar a sus padres u otros allegados, dada la escasez de recursos y ayudas públicas.
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