A las 3.41 de la madrugada del 20 de diciembre de 1989, mientras el barrio El Chorrillo de Ciudad de Panamá ardía como una bola de fuego por las bombas y los vecinos huían de las llamas esquivando cadáveres, el presidente estadounidense George H. W. Bush le decía por teléfono a su par argentino Carlos Menem que el ataque brutal que Estados Unidos acababa de desplegar en Panamá era para “proteger vidas americanas” y “ayudar a los panameños a restaurar el gobierno democrático”.
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