En un país lleno de rusos, estaban haciendo del ruso un idioma de segunda clase. Los rusos que habían vivido felizmente allí durante décadas estaban siendo presionados para recibir la ciudadanía ucraniana y adoptar las versiones ucranianas de sus nombres cristianos. Las escuelas promocionaban como héroe nacional a Stepan Bandera, que consideraban terrorista. No puedo unirme. Sé demasiado. Sé que nuestra política de expansión de la OTAN -que habíamos prometido no hacer y sabíamos que enfurecería a los rusos- jugó su parte en esta crisis.
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