Unos cuantos escoceses se fueron a la cama el jueves por la noche. Acurrucados alrededor de las televisiones y las radios, pegados a sus portátiles y smartphones, en los bares y salas de reuniones, en las pequeñas islas del norte y en las ciudades, jóvenes y viejos, ricos y pobres; todos esperaron ansionsamente para lo que sería la pieza de información más trascendental de sus vidas. Ahora toca reaccionar al resultado.
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