Depositaron los teléfonos en el casillero, cerraron con la llave y accedieron al edificio donde pudieron hacer la visita sin más problema. Lo que ya no fue tan normal fue la salida. Al abandonar el edificio y dirigirse al armario para recuperar los móviles, el casillero había sido reventado y los teléfonos habían desaparecido. Había más casilleros ocupados y cerrados, pero el único que fue forzado fue el número 18.
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