Detrás de los mensajes optimistas que señalan que nos hemos adaptado a la nueva situación con rapidez, hay horas extra no remuneradas, ansiedad y problemas de gestión. Han pasado ya seis semanas desde que comenzase el teletrabajo forzado, y Leire*, diseñadora gráfica de 34 años, ya no puede más. Su jornada de trabajo ha aumentado un par de horas diarias respecto a lo habitual. Al principio no se daba cuenta, porque las había ahorrado en desplazamiento, pero poco a poco es cada vez más evidente. Se siente atada al ordenador día y noche...
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