El desequilibrio entre la poca oferta de vivienda en alquiler y la elevada demanda provoca una puja entre aspirantes ante unos caseros cada vez más exigentes. “En Barcelona hemos vuelto a los años noventa. La gente se presenta a ver los pisos en traje y corbata y con la nómina bajo el brazo, saben que los propietarios tendrán dónde elegir”. Lo afirma un alto cargo de un portal inmobiliario que prefiere no ser citado con nombre y apellido. “En estas épocas, los perjudicados son la gente más vulnerable: parados, solteros, madres solas”
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