Quizá ningún otro idioma se compare al japonés en su nivel de sensibilidad para definir ciertos aspectos de la realidad. En el imaginario romántico la Naturaleza es la fuente original de poesía. Ahí donde esta se encuentra en estado puro y, en cierto sentido, en punto que al mismo tiempo es anterior y posterior al lenguaje. Como si los fenómenos que ahí ocurren fueran poéticos en sí mismos y sin necesidad de un recurso que confine su belleza porque esta se ofrece así, gratuitamente, en las circunstancias del instante.
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