Es el aniversario de uno de los torneos más legendarios del ajedrez y se estrena El caso Fischer: repasamos grandes historias con el ajedrez como fondo.
#1:
La frase que Stoltz le dijo a Najdrof es fantástica: "le he propuesto tablas, aunque estoy mejor, porque si usted no me hubiese invitado hoy no habría podido jugar".
Alekhine sabía que Euwe detestaba a los gatos, así que decidió jugar con un gato en su regazo, en plan Doctor Maligno. Alekhine finalmente ganó.
#15:
Para acabar con el ajedrez
Correspondencia
Mi querido Vardebedian:
Hoy tuve el gran disgusto, al revisar mi corres-
pondencia de esta mañana, de enterarme que mi
carta del 16 de septiembre, que contenía mi vigési-
mo segundo movimiento (caballo cuatro rey), me
había sido devuelta debido a un pequeño error en
el sobre —precisamente, la omisión de su nombre y
residencia (¿cuan freudiano puede uno llegar a
ser?), amén de olvidarme del sello. Nadie ignora que
últimamente he estado un tanto desconcertado debi-
do a una irregularidad en la Bolsa y, pese a que
ese día, el dieciséis de septiembre, la culminación de
una prolongada caída en espiral hizo volar las accio-
nes de Antimateria Amalgamada de la tabla de valo-
rizaciones y redujo de un solo golpe a mi agente
de seguros a una auténtica piltrafa, no tengo excu-
sas para mi negligencia y monumental ineptitud.
Metí la pata. Perdóneme. El hecho de que usted no
se percatara de que faltaba una carta indica un
cierto despiste por su parte, que yo, por la mía, atri-
buyo a su impaciencia, pero Dios sabe que todos
cometemos errores. Así es la vida. Y el ajedrez.
Pues bien, aclarado el error, debo hacer una pe-
queña rectificación. Si usted tuviera la amabilidad
de transferir mi caballo al cuarto escaque de su rey,
pienso que podremos seguir adelante con nuestro
pequeño juego de modo más exacto. El anuncio de
jaque mate que usted hiciera en su carta de hoy,
creo que es, con toda honestidad, una falsa alarma,
y, si usted reexamina las posiciones a la luz del des-
cubrimiento de esta mañana, se dará cuenta de que
su rey es el que está próximo al mate, expuesto y
sin defensas, un blanco inmóvil para mis alfiles de-
predadores. ¡Irónicas son las vicisitudes de esta pe-
queña guerra! El destino, enmascarado en oficinas
63de correspondencia extraviada, crece omnipotente y
—voilà!— la suerte ha dado una voltereta. Una vez
más, le ruego que acepte mis más sinceras excusas
por este infortunado descuido y quedo, ansioso, a
la espera de su próximo movimiento.
Le adjunto mi cuadragésimo quinto movimiento:
mi caballo come su reina.
Atentamente,
Gossage
Gossage:
He recibido esta mañana su carta relativa al movi-
miento cuarenta y cinco (¿su caballo come mi reina?)
y asimismo su prolongada explicación acerca de la
elipsis de mediados de septiembre que sufriera su
correspondencia. Veamos si le comprendo correcta-
mente. Su caballo, al que yo retiré del tablero sema-
nas atrás, usted ahora afirma que debiera estar en
el cuarto escaque del rey a consecuencia de una carta
perdida en la correspondencia hace veintitrés movi-
mientos. No estaba al tanto de que hubiera ocurri-
do semejante percance y recuerdo perfectamente
cuando usted llevó a cabo el vigésimo segundo mo-
vimiento que, me parece, fue su torre seis reina, que
luego fue, por consiguiente, liquidada durante un
gambito suyo que fracasó trágicamente.
En este momento, el cuarto escaque del rey está
ocupado por mi torre, y, como usted no tiene alfiles,
pese a la carta perdida en correos, no alcanzo a com-
prender qué pieza piensa utilizar para comer mi
reina. A lo que, creo, usted se refiere, dado que la
mayoría de sus piezas están bloqueadas, es solicitar
que mueva su rey cuatro alfil (su única posibilidad),
arreglo que me he tomado la libertad de hacer.
por lo que contraataco en el movimiento de hoy, mi
cuadragésimo sexto, como a su reina y dejo a su
rey en jaque. Ahora su carta está más clara.
64Pienso que los últimos movimientos que quedan
del juego podrán llevarse a cabo con sobriedad y pres-
teza.
Suyo.
Vardebedian
Vardebedian:
Acabo de leer su última nota, en la que comunica
un estrambótico movimiento cuarenta y seis por el
cual usted saca mi reina de un escaque por el que
hace once días no ha pasado. Por medio de un
cálculo paciente, pienso que he encontrado la causa
de su confusión y falta de comprensión de hechos,
sin embargo, evidentes. Que su torre esté en el cuar-
to escaque del rey es algo tan imposible como dos
copos de nieve idénticos; si usted se remite al mo-
vimiento noveno del juego, comprobará que hace
ya mucho tiempo que perdió la torre. Fue evidente-
mente aquella audaciosa operación suicida la que
deshizo su frente de ataque y que le costó ambas
torres. ¿Qué hacen, pues, en el tablero en este
momento?
Para su consideración, le ofrezco mi versión de lo
sucedido: la intensidad de los intercambios salva-
jes y precipitados del vigésimo segundo movimien-
to le dejaron en un estado de leve distracción, y, en
la ansiedad que sintió por mantenerse en sus caba-
les en ese momento, no se percató de que llegaba
mi carta y, en cambio, movió sus piezas dos veces
otorgándose de ese modo una ventaja injusta, ¿no
le parece? Este incidente ya pertenece al pasado,
y volver a trazar nuestros pasos sería tediosamente
dificultoso, por no decir imposible. En consecuen-
cia, considero que la mejor manera de rectificar todo
este asunto es permitirme la oportunidad de hacer
ahora dos movimientos consecutivos. Lo justo es
lo justo.
Por tanto, en primer lugar, tomo su alfil con mi
65peón. Luego, como este movimiento deja a su reina
sin protección, también se la cojo. Pienso que ahora
podemos proceder con los últimos movimientos
sin dificultades.
Atentamente,
Gossage
P.S. Le adjunto un diagrama que muestra de for-
ma exacta cómo está el tablero en este momento
para su conocimiento en la última jugada. Como
puede ver, su rey está atrapado, sin protección y
solitario en el centro. Saludos,
G.
Gossage:
Ayer recibí su última carta y, pese a que era leve-
mente incoherente, creo comprender el motivo de
su devaneo. Después de haber estudiado el diagrama
que adjunta, me resultó obvio que, en las últimas
seis semanas, hemos estado jugando dos partidas de
ajedrez absolutamente distintas (yo, de acuerdo con
nuestra correspondencia; usted, según unas normas
muy genuinas en lugar de hacerlo según el sistema
racional ya existente). El movimiento del rey, que
supuestamente se extravió en correos, hubiera sido
imposible en el vigésimo segundo movimiento, por-
que, en aquel momento, la pieza estaba en el borde
de la última fila, y el movimiento que usted descri-
be lo hubiera enviado sobre la mesa del café, al
lado del tablero.
En cuanto a permitirle llevar a cabo dos movimien-
tos consecutivos para recuperar el que supuestamen-
le se extravió en correos, sin duda es una broma
de su parte, amigo. Aceptaré el primer movimiento
(usted come mi alfil), pero no puedo permitir el
segundo, y, como es mi turno, contraataco comién-
dome su reina con mi torre. El hecho de que usted
66me comunique que no tengo torres significa muy
poco en la realidad, porque sólo necesito echar un
vistazo al tablero para verlas vivas en plena batalla,
rebosantes de astucia y vigor.
Por último, el diagrama que usted sueña que es
igual al tablero señala obviamente que ha recibido
mayor influencia de los Hermanos Marx que de
Bobby Fisher, y, si bien es astuto, poco dice en su
favor después de la lectura de El ajedrez según Nim-
zowitsch que usted se llevó de mi biblioteca el in-
vierno pasado oculto debajo de su abrigo de alpaca.
Le sugiero que estudie el diagrama que le adjunto
y que reajuste su tablero según esas indicaciones;
así, quizás, podamos terminar el juego con cierto
grado de precisión.
Confío en usted,
Vardebedian
Vardebedian:
Sin intención de prolongar un asunto, ya de por sí
confuso (sé que su reciente enfermedad ha dejado
su estado de salud, por lo general robusto, un tanto
debilitado provocando a veces una pérdida de todo
contacto con la realidad), debo aprovechar esta opor-
tunidad para deshacer el sórdido laberinto de cir-
cunstancias antes de que progrese de forma irrevo-
cable hacia una conclusión kafkiana.
De haber sabido que usted no era lo suficiente-
mente caballero como para permitirme recuperar el
segundo movimiento, no habría, en mi movimiento
cuarenta y seis, permitido que mi peón se apodera-
ra de su alfil. De hecho, según su propio diagrama,
estas dos piezas están ubicadas de tal forma que lo
hace imposible, obligados como estamos a las nor-
mas establecidas por la Federación Mundial de
Ajedrez y no por la Comisión de Boxeo del Estado
de Nueva York. Sin poner en duda que su intención
67fue constructiva al coger mi reina, ahora yo afirmo
que sólo se puede llegar al desastre cuando usted
se arroga el poder arbitrario de la decisión y empie-
za a actuar como un dictador, enmascarando los
errores tácticos con duplicidad y agresión (una cos-
tumbre que usted mismo condenó en nuestros líde-
res mundiales en su monografía «De Sade y la no–
violencia»).
Por desgracia, ya que el juego no se ha detenido,
no me ha sido posible calcular con exactitud dónde
debería colocar el alfil cogido por error; sugiero
que lo dejemos en manos de los dioses: cierro los
ojos y lo coloco sobre el tablero, si ambos acepta-
mos el lugar fortuito en que pueda aterrizar. Debo
agregar un elemento vital a nuestro encuentro. Mi
movimiento cuarenta y siete: mi caballo se come a
su alfil.
Atentamente,
Gossage
Gossage:
¡Qué extraña su última carta! Bien intencionada,
concisa, y, sin embargo, con todos aquellos elemen-
tos que podrían pasar, en ciertos cenáculos intelec-
tuales, por lo que Jean–Paul Sartre describió tan
brillantemente como la «nada». Uno, de inmediato,
queda conmovido por una profunda sensación de
desespero, algo que recuerda esos diarios que a ve-
ces dejaron los exploradores moribundos y perdidos
en el Polo, o las cartas de aquellos soldados alema-
nes en Stalingrado. ¡Es fascinante comprobar hasta
qué punto puede desintegrarse la razón cuando se
enfrenta a una siniestra verdad ocasional y huye en
desordenada retirada para mejor materializar un es-
pejismo y construir defensas precarias contra el asalto
de una realidad demasiado terrible!
Tal como están las cosas, amigo mío, acabo de
pasar la mayor parte de esta semana intentando
68aclarar el ovillo de pretextos lunáticos que conforman
su correspondencia en un esfuerzo por ajustar el
asunto y lograr que nuestra partida fi
La frase que Stoltz le dijo a Najdrof es fantástica: "le he propuesto tablas, aunque estoy mejor, porque si usted no me hubiese invitado hoy no habría podido jugar".
Para acabar con el ajedrez
Correspondencia
Mi querido Vardebedian:
Hoy tuve el gran disgusto, al revisar mi corres-
pondencia de esta mañana, de enterarme que mi
carta del 16 de septiembre, que contenía mi vigési-
mo segundo movimiento (caballo cuatro rey), me
había sido devuelta debido a un pequeño error en
el sobre —precisamente, la omisión de su nombre y
residencia (¿cuan freudiano puede uno llegar a
ser?), amén de olvidarme del sello. Nadie ignora que
últimamente he estado un tanto desconcertado debi-
do a una irregularidad en la Bolsa y, pese a que
ese día, el dieciséis de septiembre, la culminación de
una prolongada caída en espiral hizo volar las accio-
nes de Antimateria Amalgamada de la tabla de valo-
rizaciones y redujo de un solo golpe a mi agente
de seguros a una auténtica piltrafa, no tengo excu-
sas para mi negligencia y monumental ineptitud.
Metí la pata. Perdóneme. El hecho de que usted no
se percatara de que faltaba una carta indica un
cierto despiste por su parte, que yo, por la mía, atri-
buyo a su impaciencia, pero Dios sabe que todos
cometemos errores. Así es la vida. Y el ajedrez.
Pues bien, aclarado el error, debo hacer una pe-
queña rectificación. Si usted tuviera la amabilidad
de transferir mi caballo al cuarto escaque de su rey,
pienso que podremos seguir adelante con nuestro
pequeño juego de modo más exacto. El anuncio de
jaque mate que usted hiciera en su carta de hoy,
creo que es, con toda honestidad, una falsa alarma,
y, si usted reexamina las posiciones a la luz del des-
cubrimiento de esta mañana, se dará cuenta de que
su rey es el que está próximo al mate, expuesto y
sin defensas, un blanco inmóvil para mis alfiles de-
predadores. ¡Irónicas son las vicisitudes de esta pe-
queña guerra! El destino, enmascarado en oficinas
63de correspondencia extraviada, crece omnipotente y
—voilà!— la suerte ha dado una voltereta. Una vez
más, le ruego que acepte mis más sinceras excusas
por este infortunado descuido y quedo, ansioso, a
la espera de su próximo movimiento.
Le adjunto mi cuadragésimo quinto movimiento:
mi caballo come su reina.
Atentamente,
Gossage
Gossage:
He recibido esta mañana su carta relativa al movi-
miento cuarenta y cinco (¿su caballo come mi reina?)
y asimismo su prolongada explicación acerca de la
elipsis de mediados de septiembre que sufriera su
correspondencia. Veamos si le comprendo correcta-
mente. Su caballo, al que yo retiré del tablero sema-
nas atrás, usted ahora afirma que debiera estar en
el cuarto escaque del rey a consecuencia de una carta
perdida en la correspondencia hace veintitrés movi-
mientos. No estaba al tanto de que hubiera ocurri-
do semejante percance y recuerdo perfectamente
cuando usted llevó a cabo el vigésimo segundo mo-
vimiento que, me parece, fue su torre seis reina, que
luego fue, por consiguiente, liquidada durante un
gambito suyo que fracasó trágicamente.
En este momento, el cuarto escaque del rey está
ocupado por mi torre, y, como usted no tiene alfiles,
pese a la carta perdida en correos, no alcanzo a com-
prender qué pieza piensa utilizar para comer mi
reina. A lo que, creo, usted se refiere, dado que la
mayoría de sus piezas están bloqueadas, es solicitar
que mueva su rey cuatro alfil (su única posibilidad),
arreglo que me he tomado la libertad de hacer.
por lo que contraataco en el movimiento de hoy, mi
cuadragésimo sexto, como a su reina y dejo a su
rey en jaque. Ahora su carta está más clara.
64Pienso que los últimos movimientos que quedan
del juego podrán llevarse a cabo con sobriedad y pres-
teza.
Suyo.
Vardebedian
Vardebedian:
Acabo de leer su última nota, en la que comunica
un estrambótico movimiento cuarenta y seis por el
cual usted saca mi reina de un escaque por el que
hace once días no ha pasado. Por medio de un
cálculo paciente, pienso que he encontrado la causa
de su confusión y falta de comprensión de hechos,
sin embargo, evidentes. Que su torre esté en el cuar-
to escaque del rey es algo tan imposible como dos
copos de nieve idénticos; si usted se remite al mo-
vimiento noveno del juego, comprobará que hace
ya mucho tiempo que perdió la torre. Fue evidente-
mente aquella audaciosa operación suicida la que
deshizo su frente de ataque y que le costó ambas
torres. ¿Qué hacen, pues, en el tablero en este
momento?
Para su consideración, le ofrezco mi versión de lo
sucedido: la intensidad de los intercambios salva-
jes y precipitados del vigésimo segundo movimien-
to le dejaron en un estado de leve distracción, y, en
la ansiedad que sintió por mantenerse en sus caba-
les en ese momento, no se percató de que llegaba
mi carta y, en cambio, movió sus piezas dos veces
otorgándose de ese modo una ventaja injusta, ¿no
le parece? Este incidente ya pertenece al pasado,
y volver a trazar nuestros pasos sería tediosamente
dificultoso, por no decir imposible. En consecuen-
cia, considero que la mejor manera de rectificar todo
este asunto es permitirme la oportunidad de hacer
ahora dos movimientos consecutivos. Lo justo es
lo justo.
Por tanto, en primer lugar, tomo su alfil con mi
65peón. Luego, como este movimiento deja a su reina
sin protección, también se la cojo. Pienso que ahora
podemos proceder con los últimos movimientos
sin dificultades.
Atentamente,
Gossage
P.S. Le adjunto un diagrama que muestra de for-
ma exacta cómo está el tablero en este momento
para su conocimiento en la última jugada. Como
puede ver, su rey está atrapado, sin protección y
solitario en el centro. Saludos,
G.
Gossage:
Ayer recibí su última carta y, pese a que era leve-
mente incoherente, creo comprender el motivo de
su devaneo. Después de haber estudiado el diagrama
que adjunta, me resultó obvio que, en las últimas
seis semanas, hemos estado jugando dos partidas de
ajedrez absolutamente distintas (yo, de acuerdo con
nuestra correspondencia; usted, según unas normas
muy genuinas en lugar de hacerlo según el sistema
racional ya existente). El movimiento del rey, que
supuestamente se extravió en correos, hubiera sido
imposible en el vigésimo segundo movimiento, por-
que, en aquel momento, la pieza estaba en el borde
de la última fila, y el movimiento que usted descri-
be lo hubiera enviado sobre la mesa del café, al
lado del tablero.
En cuanto a permitirle llevar a cabo dos movimien-
tos consecutivos para recuperar el que supuestamen-
le se extravió en correos, sin duda es una broma
de su parte, amigo. Aceptaré el primer movimiento
(usted come mi alfil), pero no puedo permitir el
segundo, y, como es mi turno, contraataco comién-
dome su reina con mi torre. El hecho de que usted
66me comunique que no tengo torres significa muy
poco en la realidad, porque sólo necesito echar un
vistazo al tablero para verlas vivas en plena batalla,
rebosantes de astucia y vigor.
Por último, el diagrama que usted sueña que es
igual al tablero señala obviamente que ha recibido
mayor influencia de los Hermanos Marx que de
Bobby Fisher, y, si bien es astuto, poco dice en su
favor después de la lectura de El ajedrez según Nim-
zowitsch que usted se llevó de mi biblioteca el in-
vierno pasado oculto debajo de su abrigo de alpaca.
Le sugiero que estudie el diagrama que le adjunto
y que reajuste su tablero según esas indicaciones;
así, quizás, podamos terminar el juego con cierto
grado de precisión.
Confío en usted,
Vardebedian
Vardebedian:
Sin intención de prolongar un asunto, ya de por sí
confuso (sé que su reciente enfermedad ha dejado
su estado de salud, por lo general robusto, un tanto
debilitado provocando a veces una pérdida de todo
contacto con la realidad), debo aprovechar esta opor-
tunidad para deshacer el sórdido laberinto de cir-
cunstancias antes de que progrese de forma irrevo-
cable hacia una conclusión kafkiana.
De haber sabido que usted no era lo suficiente-
mente caballero como para permitirme recuperar el
segundo movimiento, no habría, en mi movimiento
cuarenta y seis, permitido que mi peón se apodera-
ra de su alfil. De hecho, según su propio diagrama,
estas dos piezas están ubicadas de tal forma que lo
hace imposible, obligados como estamos a las nor-
mas establecidas por la Federación Mundial de
Ajedrez y no por la Comisión de Boxeo del Estado
de Nueva York. Sin poner en duda que su intención
67fue constructiva al coger mi reina, ahora yo afirmo
que sólo se puede llegar al desastre cuando usted
se arroga el poder arbitrario de la decisión y empie-
za a actuar como un dictador, enmascarando los
errores tácticos con duplicidad y agresión (una cos-
tumbre que usted mismo condenó en nuestros líde-
res mundiales en su monografía «De Sade y la no–
violencia»).
Por desgracia, ya que el juego no se ha detenido,
no me ha sido posible calcular con exactitud dónde
debería colocar el alfil cogido por error; sugiero
que lo dejemos en manos de los dioses: cierro los
ojos y lo coloco sobre el tablero, si ambos acepta-
mos el lugar fortuito en que pueda aterrizar. Debo
agregar un elemento vital a nuestro encuentro. Mi
movimiento cuarenta y siete: mi caballo se come a
su alfil.
Atentamente,
Gossage
Gossage:
¡Qué extraña su última carta! Bien intencionada,
concisa, y, sin embargo, con todos aquellos elemen-
tos que podrían pasar, en ciertos cenáculos intelec-
tuales, por lo que Jean–Paul Sartre describió tan
brillantemente como la «nada». Uno, de inmediato,
queda conmovido por una profunda sensación de
desespero, algo que recuerda esos diarios que a ve-
ces dejaron los exploradores moribundos y perdidos
en el Polo, o las cartas de aquellos soldados alema-
nes en Stalingrado. ¡Es fascinante comprobar hasta
qué punto puede desintegrarse la razón cuando se
enfrenta a una siniestra verdad ocasional y huye en
desordenada retirada para mejor materializar un es-
pejismo y construir defensas precarias contra el asalto
de una realidad demasiado terrible!
Tal como están las cosas, amigo mío, acabo de
pasar la mayor parte de esta semana intentando
68aclarar el ovillo de pretextos lunáticos que conforman
su correspondencia en un esfuerzo por ajustar el
asunto y lograr que nuestra partida fi
Uno de los más grandes fue el campeón del mundo Mijaíl Tal (https://es.wikipedia.org/wiki/Mija%C3%ADl_Tal), quien cuenta con numerosas anécdotas. Una de mis preferidas, la historia del hipopótamo:
#12 Es curioso como una persona puede pensar en otra cosa totalmente ajena a la partida de ajedrez que está jugando en mitad de la susodicha partida. Apuesto a qué si hubiera pensado en sexo en lugar de en el hipopótamo, habría perdido.
Ya les vale, la primera curiosidad está titulada como la primera máquina que jugó al ajedrez y no hablan de ello sino de una máquina que aparentemente jugaba al ajedrez.
#6 Creo que la primera máquina era la de Leonardo Torres Quevedo, que no jugaba propiamente al ajedrez, pero que era capaz de dar mate de Rey y Torre contra Rey partiendo de cualquier posición.
"En la Unión Soviética el ajedrez era más que un deporte, era una cuestión de Estado. ..."
Pues el que un ordenador portatil vulgar hoy gane al mejor ajedrecista, ha acabado con la magia, el interes real por el ajedrez, hay ya pocos clubs, y es verdad que ha fastidiado a la moral rusa, pues lees cualquier novela del XIX o XX y siempre aparece el personaje ruso, protagonista o secundario, siempre dispuesto a una partida de ajedrez
y no, no es lo mismo que un coche corra mas que un sprinter, no tiene nada que ver no ha disminuido el interes por la carrera a pie por ejemplo
#20 Puede haber eliminado parte de la magia, pero no ha hecho que la gente deje de estar interesada por el ajedrez. Hay muchos aficionados y se disputan más torneos que nunca.
Comentarios
La frase que Stoltz le dijo a Najdrof es fantástica: "le he propuesto tablas, aunque estoy mejor, porque si usted no me hubiese invitado hoy no habría podido jugar".
#1 Prefiero la de Alekhine vs., Euwe
Alekhine sabía que Euwe detestaba a los gatos, así que decidió jugar con un gato en su regazo, en plan Doctor Maligno. Alekhine finalmente ganó.
#2 Se me acaba de caer un mito. Una pena. De su gran juego deduje que era un perfecto caballero. Muy osado por mi parte
Para acabar con el ajedrez
Correspondencia
Mi querido Vardebedian:
Hoy tuve el gran disgusto, al revisar mi corres-
pondencia de esta mañana, de enterarme que mi
carta del 16 de septiembre, que contenía mi vigési-
mo segundo movimiento (caballo cuatro rey), me
había sido devuelta debido a un pequeño error en
el sobre —precisamente, la omisión de su nombre y
residencia (¿cuan freudiano puede uno llegar a
ser?), amén de olvidarme del sello. Nadie ignora que
últimamente he estado un tanto desconcertado debi-
do a una irregularidad en la Bolsa y, pese a que
ese día, el dieciséis de septiembre, la culminación de
una prolongada caída en espiral hizo volar las accio-
nes de Antimateria Amalgamada de la tabla de valo-
rizaciones y redujo de un solo golpe a mi agente
de seguros a una auténtica piltrafa, no tengo excu-
sas para mi negligencia y monumental ineptitud.
Metí la pata. Perdóneme. El hecho de que usted no
se percatara de que faltaba una carta indica un
cierto despiste por su parte, que yo, por la mía, atri-
buyo a su impaciencia, pero Dios sabe que todos
cometemos errores. Así es la vida. Y el ajedrez.
Pues bien, aclarado el error, debo hacer una pe-
queña rectificación. Si usted tuviera la amabilidad
de transferir mi caballo al cuarto escaque de su rey,
pienso que podremos seguir adelante con nuestro
pequeño juego de modo más exacto. El anuncio de
jaque mate que usted hiciera en su carta de hoy,
creo que es, con toda honestidad, una falsa alarma,
y, si usted reexamina las posiciones a la luz del des-
cubrimiento de esta mañana, se dará cuenta de que
su rey es el que está próximo al mate, expuesto y
sin defensas, un blanco inmóvil para mis alfiles de-
predadores. ¡Irónicas son las vicisitudes de esta pe-
queña guerra! El destino, enmascarado en oficinas
63de correspondencia extraviada, crece omnipotente y
—voilà!— la suerte ha dado una voltereta. Una vez
más, le ruego que acepte mis más sinceras excusas
por este infortunado descuido y quedo, ansioso, a
la espera de su próximo movimiento.
Le adjunto mi cuadragésimo quinto movimiento:
mi caballo come su reina.
Atentamente,
Gossage
Gossage:
He recibido esta mañana su carta relativa al movi-
miento cuarenta y cinco (¿su caballo come mi reina?)
y asimismo su prolongada explicación acerca de la
elipsis de mediados de septiembre que sufriera su
correspondencia. Veamos si le comprendo correcta-
mente. Su caballo, al que yo retiré del tablero sema-
nas atrás, usted ahora afirma que debiera estar en
el cuarto escaque del rey a consecuencia de una carta
perdida en la correspondencia hace veintitrés movi-
mientos. No estaba al tanto de que hubiera ocurri-
do semejante percance y recuerdo perfectamente
cuando usted llevó a cabo el vigésimo segundo mo-
vimiento que, me parece, fue su torre seis reina, que
luego fue, por consiguiente, liquidada durante un
gambito suyo que fracasó trágicamente.
En este momento, el cuarto escaque del rey está
ocupado por mi torre, y, como usted no tiene alfiles,
pese a la carta perdida en correos, no alcanzo a com-
prender qué pieza piensa utilizar para comer mi
reina. A lo que, creo, usted se refiere, dado que la
mayoría de sus piezas están bloqueadas, es solicitar
que mueva su rey cuatro alfil (su única posibilidad),
arreglo que me he tomado la libertad de hacer.
por lo que contraataco en el movimiento de hoy, mi
cuadragésimo sexto, como a su reina y dejo a su
rey en jaque. Ahora su carta está más clara.
64Pienso que los últimos movimientos que quedan
del juego podrán llevarse a cabo con sobriedad y pres-
teza.
Suyo.
Vardebedian
Vardebedian:
Acabo de leer su última nota, en la que comunica
un estrambótico movimiento cuarenta y seis por el
cual usted saca mi reina de un escaque por el que
hace once días no ha pasado. Por medio de un
cálculo paciente, pienso que he encontrado la causa
de su confusión y falta de comprensión de hechos,
sin embargo, evidentes. Que su torre esté en el cuar-
to escaque del rey es algo tan imposible como dos
copos de nieve idénticos; si usted se remite al mo-
vimiento noveno del juego, comprobará que hace
ya mucho tiempo que perdió la torre. Fue evidente-
mente aquella audaciosa operación suicida la que
deshizo su frente de ataque y que le costó ambas
torres. ¿Qué hacen, pues, en el tablero en este
momento?
Para su consideración, le ofrezco mi versión de lo
sucedido: la intensidad de los intercambios salva-
jes y precipitados del vigésimo segundo movimien-
to le dejaron en un estado de leve distracción, y, en
la ansiedad que sintió por mantenerse en sus caba-
les en ese momento, no se percató de que llegaba
mi carta y, en cambio, movió sus piezas dos veces
otorgándose de ese modo una ventaja injusta, ¿no
le parece? Este incidente ya pertenece al pasado,
y volver a trazar nuestros pasos sería tediosamente
dificultoso, por no decir imposible. En consecuen-
cia, considero que la mejor manera de rectificar todo
este asunto es permitirme la oportunidad de hacer
ahora dos movimientos consecutivos. Lo justo es
lo justo.
Por tanto, en primer lugar, tomo su alfil con mi
65peón. Luego, como este movimiento deja a su reina
sin protección, también se la cojo. Pienso que ahora
podemos proceder con los últimos movimientos
sin dificultades.
Atentamente,
Gossage
P.S. Le adjunto un diagrama que muestra de for-
ma exacta cómo está el tablero en este momento
para su conocimiento en la última jugada. Como
puede ver, su rey está atrapado, sin protección y
solitario en el centro. Saludos,
G.
Gossage:
Ayer recibí su última carta y, pese a que era leve-
mente incoherente, creo comprender el motivo de
su devaneo. Después de haber estudiado el diagrama
que adjunta, me resultó obvio que, en las últimas
seis semanas, hemos estado jugando dos partidas de
ajedrez absolutamente distintas (yo, de acuerdo con
nuestra correspondencia; usted, según unas normas
muy genuinas en lugar de hacerlo según el sistema
racional ya existente). El movimiento del rey, que
supuestamente se extravió en correos, hubiera sido
imposible en el vigésimo segundo movimiento, por-
que, en aquel momento, la pieza estaba en el borde
de la última fila, y el movimiento que usted descri-
be lo hubiera enviado sobre la mesa del café, al
lado del tablero.
En cuanto a permitirle llevar a cabo dos movimien-
tos consecutivos para recuperar el que supuestamen-
le se extravió en correos, sin duda es una broma
de su parte, amigo. Aceptaré el primer movimiento
(usted come mi alfil), pero no puedo permitir el
segundo, y, como es mi turno, contraataco comién-
dome su reina con mi torre. El hecho de que usted
66me comunique que no tengo torres significa muy
poco en la realidad, porque sólo necesito echar un
vistazo al tablero para verlas vivas en plena batalla,
rebosantes de astucia y vigor.
Por último, el diagrama que usted sueña que es
igual al tablero señala obviamente que ha recibido
mayor influencia de los Hermanos Marx que de
Bobby Fisher, y, si bien es astuto, poco dice en su
favor después de la lectura de El ajedrez según Nim-
zowitsch que usted se llevó de mi biblioteca el in-
vierno pasado oculto debajo de su abrigo de alpaca.
Le sugiero que estudie el diagrama que le adjunto
y que reajuste su tablero según esas indicaciones;
así, quizás, podamos terminar el juego con cierto
grado de precisión.
Confío en usted,
Vardebedian
Vardebedian:
Sin intención de prolongar un asunto, ya de por sí
confuso (sé que su reciente enfermedad ha dejado
su estado de salud, por lo general robusto, un tanto
debilitado provocando a veces una pérdida de todo
contacto con la realidad), debo aprovechar esta opor-
tunidad para deshacer el sórdido laberinto de cir-
cunstancias antes de que progrese de forma irrevo-
cable hacia una conclusión kafkiana.
De haber sabido que usted no era lo suficiente-
mente caballero como para permitirme recuperar el
segundo movimiento, no habría, en mi movimiento
cuarenta y seis, permitido que mi peón se apodera-
ra de su alfil. De hecho, según su propio diagrama,
estas dos piezas están ubicadas de tal forma que lo
hace imposible, obligados como estamos a las nor-
mas establecidas por la Federación Mundial de
Ajedrez y no por la Comisión de Boxeo del Estado
de Nueva York. Sin poner en duda que su intención
67fue constructiva al coger mi reina, ahora yo afirmo
que sólo se puede llegar al desastre cuando usted
se arroga el poder arbitrario de la decisión y empie-
za a actuar como un dictador, enmascarando los
errores tácticos con duplicidad y agresión (una cos-
tumbre que usted mismo condenó en nuestros líde-
res mundiales en su monografía «De Sade y la no–
violencia»).
Por desgracia, ya que el juego no se ha detenido,
no me ha sido posible calcular con exactitud dónde
debería colocar el alfil cogido por error; sugiero
que lo dejemos en manos de los dioses: cierro los
ojos y lo coloco sobre el tablero, si ambos acepta-
mos el lugar fortuito en que pueda aterrizar. Debo
agregar un elemento vital a nuestro encuentro. Mi
movimiento cuarenta y siete: mi caballo se come a
su alfil.
Atentamente,
Gossage
Gossage:
¡Qué extraña su última carta! Bien intencionada,
concisa, y, sin embargo, con todos aquellos elemen-
tos que podrían pasar, en ciertos cenáculos intelec-
tuales, por lo que Jean–Paul Sartre describió tan
brillantemente como la «nada». Uno, de inmediato,
queda conmovido por una profunda sensación de
desespero, algo que recuerda esos diarios que a ve-
ces dejaron los exploradores moribundos y perdidos
en el Polo, o las cartas de aquellos soldados alema-
nes en Stalingrado. ¡Es fascinante comprobar hasta
qué punto puede desintegrarse la razón cuando se
enfrenta a una siniestra verdad ocasional y huye en
desordenada retirada para mejor materializar un es-
pejismo y construir defensas precarias contra el asalto
de una realidad demasiado terrible!
Tal como están las cosas, amigo mío, acabo de
pasar la mayor parte de esta semana intentando
68aclarar el ovillo de pretextos lunáticos que conforman
su correspondencia en un esfuerzo por ajustar el
asunto y lograr que nuestra partida fi
#15 ¡Qué grande Woody Allen!
http://www.zonamoebius.com/letraviva/para-acabar-con-el-ajedrez--woody-allen
#22 Creia que iba a pasar inadvertido, menos mal que alguien lo apreció
#23 "Cómo acabar de una vez por todas con la cultura" es uno de esos libros que me he leído media docena de veces y aún me hace gracia
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3mo_acabar_de_una_vez_por_todas_con_la_cultura
Para el que no lo haya leído... Ejem... http://www.medicinayarte.com/img/woody_allen_acabar%20de%20una%20vez%20por%20todas%20con%20la%20cultura.pdf
Muchas gracias por tu magnífica aportación #15
El título es un poco "nocreerás", pero el artículo está bien. Hay ajedrez, hay meneo.
#8 ¿Solo un poco?
Es lo mismo pero puesto de otra manera para que pase desapercibido.
Algo increible es algo que no se puede creer.
Una historía increíble sería que el ajedrecista saliese volando o que moviese las piezas con la mente, no las tonterías que dice la supuesta "noticia"
Uno de los más grandes fue el campeón del mundo Mijaíl Tal (https://es.wikipedia.org/wiki/Mija%C3%ADl_Tal), quien cuenta con numerosas anécdotas. Una de mis preferidas, la historia del hipopótamo:
http://pedrogenaro.blogspot.com.es/2009/01/mikhail-tahl-y-su-hipoptamo.html
#12 Es curioso como una persona puede pensar en otra cosa totalmente ajena a la partida de ajedrez que está jugando en mitad de la susodicha partida. Apuesto a qué si hubiera pensado en sexo en lugar de en el hipopótamo, habría perdido.
¡ Gens una sumus !
Ya les vale, la primera curiosidad está titulada como la primera máquina que jugó al ajedrez y no hablan de ello sino de una máquina que aparentemente jugaba al ajedrez.
#6 Creo que la primera máquina era la de Leonardo Torres Quevedo, que no jugaba propiamente al ajedrez, pero que era capaz de dar mate de Rey y Torre contra Rey partiendo de cualquier posición.
a vosotros os caia bien, no?
#13 El "fakyu" le hacía así, maleducao que era el guacho.
#17 me los proyectaba el tio guarro
¿Hay que creérselas?
evidentemente#7
Malo, malo, .. un rato largo. Ahora que, perversidades aparte, para friki el presidente de la FIA
#3 FIDE,
FIA. Debe ser de los pocos casos que el nombre de la Federación internacional no está en inglés, en este caso en francés.#4, ¿acaso Jean Todt no es un friki?
CC #3
de 1972 a 2016 no hay 34años,hay 44. Lo se porque yo tengo 34
El Pomar ese.... murió solamente dos meses? Que le pasó después? Sigue vivo? O ha vuelto a morir por un período más largo?
Vivo en un mar de dudas....
"En la Unión Soviética el ajedrez era más que un deporte, era una cuestión de Estado. ..."
Pues el que un ordenador portatil vulgar hoy gane al mejor ajedrecista, ha acabado con la magia, el interes real por el ajedrez, hay ya pocos clubs, y es verdad que ha fastidiado a la moral rusa, pues lees cualquier novela del XIX o XX y siempre aparece el personaje ruso, protagonista o secundario, siempre dispuesto a una partida de ajedrez
y no, no es lo mismo que un coche corra mas que un sprinter, no tiene nada que ver no ha disminuido el interes por la carrera a pie por ejemplo
#20 Puede haber eliminado parte de la magia, pero no ha hecho que la gente deje de estar interesada por el ajedrez. Hay muchos aficionados y se disputan más torneos que nunca.