La familia Muñoz Grajales abrió hace dos años Tomeguín y Colibrí, un local concebido para cerrar un círculo: procesar, tostar y servir ellos mismos el café que cultivan en la finca Alto de Plumas. “Hemos hecho un trabajo de evangelización muy grande”. Natalia Muñoz se refiere así a la labor de difusión de la cultura cafetera que han llevado a cabo desde que abrieron las puertas en un lugar en el que, antes de su llegada, solo existía el café comercial.
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