Los muros de los palacios de la parte antigua de Cáceres eran originalmente blancos, blancos de cal. Sus dueños podrían haber pintado las paredes de un color más vistoso o mantener la nobleza de la piedra. Pero enjalbegaban las paredes por higiene y por tradición constructiva: vivían en la capital de la cal y era lógico que emplearan aquel poderoso antiséptico para pintar sus casas y protegerlas de epidemias y plagas.
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