A tan solo 160 kilómetros del Círculo Polar Ártico, unos riscos nevados de los que emergen dos orgullosas chimeneas dan la bienvenida a Kiruna, una ciudad a punto de extinguirse. Los amaneceres allí adquieren un color espectral gracias al clima gélido y al vapor que humea desde la infraestructura minera que ha servido de sustento y modo de vida a sus 20.000 habitantes. Un valle que recuerda, a juzgar por las imágenes, a un Mordor de las nieves. Y al igual que la ficción tolkiana, será tragado por el abismo en los próximos meses si nadie hace
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