Conviene recordar, ahora que estamos a vueltas con el cambio de hora, que hubo un tiempo en que no importaban los relojes. Hasta que llegó el ferrocarril, cada ciudad marcaba su hora en función del sol del mediodía. No existía la puntualidad. En España, no sólo Madrid y Barcelona tenían diferente horario, muchos pueblos vivían en el suyo porque se regían por el campanario de su iglesia. Minutos arriba o abajo en función al amanecer. Y si llegaba un forastero, ajustaba su reloj a la hora local.
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