Desde que la monarquía comenzara a perder su fuerza y a resquebrajarse su forma antigua -de la mano de cambios de casas, herencias cuestionables y guerra de sucesión y secesión-, no hubo momento para la tranquilidad. Repúblicas, monarquías y dictaduras mediante, la primera mitad del siglo XX «brilló» por la desmedida cantidad de golpes que acabarían empujando la infame Guerra Civil.
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