El interés por hacer que la opinión pública de EE.UU. estuviera a favor de entrar en guerra contra España (1898) por Cuba, hizo nacer, de la mano de un personaje de viñetas humorísticas vestido de amarillo, la denominación de prensa amarilla para indicar aquella destinada al consumo de lectores escasamente formados, en la que la línea editorial populista del periódico, e incluso el esfuerzo por “hacer interesante” la noticia al punto de inventar o tergiversar sus detalles, predominaban sobre los hechos reales acerca de los que se informaba.
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