Es una pieza importante del rompecabezas de la historia de la Biblia y uno de los testigos textuales más antiguos de los Evangelios: un pequeño fragmento manuscrito de la traducción siríaca del griego, escrita en el siglo III y copiada en el siglo VI. Un investigador de la Academia Austriaca de Ciencias ha descubierto ahora el fragmento en la biblioteca vaticana con ayuda de la fotografía ultravioleta.
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