Una durísima guerra seguía en Irlanda, encargándose al general Carew la pacificación de Munster, cosa que logró combinando la negociación y la fuerza. A Londres envió los dos principales cabecillas locales, encerrados en la Torre de Londres y muertos allí en circunstancias no aclaradas. Mientras, el jefe supremo inglés en la isla, Mountjoy, iba reduciendo a sangre y fuego la rebelión en el Ulster. Y cuando ya parecía todo a punto de perderse, llegó el tan esperado socorro español.
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