El sobre seguía sellado.Había tardado menos de 24 horas en volver a sus manos, un récord, desde luego. Algún día dejaría de desconfiar del servicio postal de Moscú, pero ese día no sería hoy. Sus arrugados dedos rozaron la tinta seca y sus ojos descansaron un segundo sobre la resentida caligrafía: Dmitri Dmitriyevich Shostakovich. Cualquiera que no le conociera pensaría que estaba loco por enviarse cartas a sí mismo, pero por suerte eran pocas las personas que no le conocían. Shostakovich era uno de los compositores más influyentes del siglo XX
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