La componente más conocida del fondo difuso de radiación es la que corresponde a la banda de microondas (CMB, por sus siglas en inglés), a menudo llamada radiación fósil de la gran explosión. Sin embargo, el cielo nocturno brilla también en otras frecuencias, como el óptico, el ultravioleta o el infrarrojo. Un nuevo estudio sugiere que el infrarrojo podría deberse a una ingente cantidad de estrellas que, arrancadas de sus galaxias de origen, viajarían libres por el cosmos.
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