Nuestras finanzas están, habitualmente, más dominadas por nuestro cerebro más primigenio, por nuestros impulsos y nuestras emociones, que por nuestra razón y nuestra lógica más calmada. Solemos mezclar gastos y caprichos, no tenemos una planificación y un presupuesto estricto y rara vez llevamos un control y orden de nuestra economía familiar.
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