En la era de la ultracorrección política, en la que la más leve alusión a cualquier colectivo se considera una agresión intolerable, hay un grupo del que cualquiera puede renegar y decir las mayores barbaridades sin que nadie le mire levantando la ceja: la propia especie humana. Si usted quiere sentirse mejor que su vecino, que su cuñado y ponerse por encima de sus compatriotas, no habrá ninguna superioridad moral tan satisfactoria como la de despotricar contra toda una especie.
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