En el Concilio de Trento (1545-1563) se acordó que la pintura en los recintos eclesiásticos debía enfocarse a instruir a la ignorante plebe, pero evitando imágenes desusadas. De ahí se acuñó la frase la pintura es la Biblia de los ignorantes. A partir de entonces el desnudo fue censurado de manera implacable por la Iglesia católica. En nuestra época, y de manera muy inquietante, en diversas partes del mundo se han multiplicado movimientos conservadores que impulsan actitudes de censura que se consideraban confinadas al arcano del tiempo.
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