Que todo depende de los ojos con los que se mire es un secreto a voces. No es lo mismo un historiador leyendo la Biblia que un devoto cristiano, y tampoco ve igual un editor que un tipógrafo, por ejemplo. Esa variabilidad en cuanto a consideraciones personales es lo que llevó a dos pintores y a un anatomista a cuestionarse la forma en la que se había venido dibujando a Cristo clavado en la cruz, siempre desde el parecer de quien estudia la estructura del cuerpo humano.
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