En enero de 1610, un tal Galileo Galilei, que a todos os sonará, conseguía observar objetos astronómicos veinte veces más grandes de lo normal. Galileo observó Júpiter. Pero las noches siguientes observó otra cosa más importante: que las estrellas no se movían como los planetas. Y que Júpiter tenía lunas que giraban a su alrededor.
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