Yo soy discípulo de una profesora argentina que llegó a Valencia cuando los militares volvieron invivible su país. Se llamaba Sonia Mattalía. Y la Universidad de Valencia es un lugar mejor porque ella trabajó allí durante toda su vida académica. Una de las innumerables consecuencias que este hecho tuvo es que yo -un valenciano de Paterna para quien la Argentina era básicamente el país de Mario Alberto Kempes– empezara a sentir América Latina como algo propio.
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