"Si tocamos un pomo, o un vaso, si bebemos de él, o si le damos al mando de la tele, con total seguridad dejaremos nuestra impronta genética en forma de células pegadas". No podemos evitar desprendernos continuamente de nuestro propio ADN, y eso significa que eventualmente los lugares por los que pasamos podrían ser espacios donde se comete un crímen.
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