La marina japonesa necesitaba desesperadamente un arma para cambiar las tornas de la guerra y con un rango efectivo de 10 kilómetros para atacar a barcos enemigos. También esperaban un arma efectiva contra los bombarderos americanos B-29. Los primeros planes preveían una torre con un plato reflector rotante cubierto en cobre en una torre mayor a las torretas del acorazado Yamato. Los militares esperaban un desarrollo veloz, pero físicos como Nagaoka Hantaro dudaban que, incluso si pudiera construirse, fuera efectiva contra los aviones.
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